Llegó un
joven derviche a casa de su maestro, llamó a la puerta y, cuando el maestro
abrió y vio a su discípulo, al notarlo cambiado, le preguntó:
- Hijo mío, ¿te ha pasado algo?
-Sí - contestó el joven – Esta mañana, cuando salí de casa
para venir a verle, por el camino, encontré a una mujer que, sentada, pedía
limosna. Así que le di todo lo que llevaba en la bolsa.
- ¿Por qué lo hiciste, hijo mío? – preguntó el maestro.
- ¡Porque ella estaba pidiendo!
- ¿No hubo otra razón? – insistió el maestro
- ¿Qué otra razón podría haber? – dijo el joven
- ¡Bien! Continúa… - le alentó el anciano
- Después seguí caminando y, algunos metros más adelante,
salió un hombre de entre el bosque y comenzó a insultarme
- ¿Te ofendiste? - preguntó el maestro
- ¿Por qué me iba a ofender? Cada día me digo yo cosas mil
veces peores de lo que ese hombre me decía. Si yo reconozco que soy la más
miserable y desagradecida criatura del Señor, y que no merezco ni el aire que
respiro ¿por qué me iba a ofender oírlo en boca de los demás?
- ¡Bien! Continúa… - le alentó el anciano
- Un poco más adelante escuché a un niño cantando el Corán y
de mi corazón surgieron las lágrimas y sentí un estado como jamás habría
imaginado al escuchar la Palabra del Señor.
Y, cuando desperté, olvidé quién era, el tiempo y el lugar en
el que estaba y de repente me vi aquí, llamando a su puerta
- Y ¿cómo te sientes ahora? – Volvió a preguntar el maestro
- ¡Vivo, señor, muy vivo! Con el corazón en calma y la mente
muy serena, pero también siento como si hubiera perdido algo por el camino,
como si me hubiera dejado algo atrás…
- Así es, hijo mío - dijo finalmente el maestro - lo que has
perdido, lo que has dejado atrás ha sido tu ego, porque no te hacía falta para
continuar. Ahora has llegado allá donde el cálamo se rompe, ¡no mires atrás, no
quieras regresar a recogerlo! Este camino te ha conducido hasta las puertas de
la Realidad, y Ella te ha recibido y te ha reconocido, porque no ha visto en ti
rastro de tu anterior individualidad.
Lo que sientes ahora, querido pequeño, es el abrazo del
Despertar.
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