sábado, 11 de octubre de 2014

Acechar Los Apegos


En el camino del conocimiento, el acecho es el principio de todo lo que aprende el guerrero.
Lo primero que aprende es que tiene que acecharse a sí mismo sin compasión, con astucia, paciencia y simpatía.
Acecha a su importancia personal y todo aquello que desgasta la energía que requiere para penetrar en lo desconocido.
El acecho implica adoptar una conducta inusual que rompa con los apegos rutinarios.
Al hacerlo así, de manera enfocada y continua, a la larga el guerrero afloja la fijeza del punto de encaje, forzándolo a moverse.
Es una práctica que evita hacer del acecho un asunto trivial, caprichoso y malicioso Por el contrario, es el saber combinar sobriedad y armonía
al momento de actuar impecablemente, lo que hace del acecho un verdadero arte.
En realidad, el arte del acecho, es el arte del desatino controlado. 
Si los guerreros lo llaman acecho, es por la facilidad de decirle acechador a quien domina este arte.
Es un saber que usan para protegerse en su lucha por alcanzar la libertad total. 
Un brujo, en cambio, convierte su acecho en una maniobra de poder para hacer toda clase de cosas buenas o nefastas a las personas que se cruzan en su camino.
Por lo tanto, ser brujo, es como ser zapatero o panadero.
Sólo los guerreros videntes buscan ser hombres y mujeres de conocimiento.
Su acecho es un arte de sobriedad pues tienen un sentido pleno de responsabilidad con el mundo que les rodea.
Los guerreros actúan con absoluta sobriedad en todo lo que hacen. 
De ahí que para ellos, el acecho es un modo de conducta responsable y conveniente al tratar con la gente.
Es una maniobra usada por los sucesores de los videntes antiguos, luego de que estos fueran casi exterminados por su arrogante apego a sí mismos.
Estaban tan ajenos de la gente, que ni cuenta se dieron cuando los pinches tiranos les cayeron encima.
Este error es lo que llevó a los guerreros acechadores a cambiar su enfoque.
Hoy lo más importante del acecho, es obtener la cooperación de quien requieren para lograr sus propósitos impecables.
Y para ello ponen en escena las más irresistibles estrategias que puedas imaginar, pero nunca dejan saber que actúan bajo el control de su desatino.
Van y vienen sin dejar huella, pues es la sobriedad y la mesura lo que los guía en su búsqueda de libertad.
Las y los acechadores que han integrado a su modo de vida este saber estratégico, son guerreros despiadados, astutos, pacientes y muy simpáticos.
Ser despiadado es no tener compasión por los apegos y la importancia personal de nadie, empezando por la propia, lo que no implica desconsideración ni irresponsabilidad.
Ser astuto no implica malicia ni crueldad.
Ser paciente no implica negligencia ni holganza.
Y ser simpático no implica estupidez ni descuido.
Estas cuatro disposiciones de ánimo tienen que ser perfeccionadas hasta que sean tan sutiles que nadie las pueda notar.
Mi benefactor me decía, sé despiadado pero persuasivo.
Sé astuto pero digno de confianza.
Sé paciente pero activo.
Y sé simpático pero implacable.

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