Para nuestra mente occidental es muy complicado
comprender el adagio oriental de “acción sin acción”.
En el taoísmo esa acción se llama Wu – Wei, que sería una
forma natural de hacer las cosas, sin forzarlas con artificios que desvirtúen su
armonía y su propio pulso.
Si buscáramos un ejemplo práctico, lo podríamos ver en una
obra en construcción, donde los obreros pasan de mano en mano los ladrillos.
Cada uno toma el ladrillo y con un balanceo suave pasa el
ladrillo a su compañero que, con el mismo envión lo pasa a quien está a su
lado.
Si uno los observa, lo hacen sin esfuerzo, entre risas, como
un juego.
Se puede observar que están relajados, es más se divierten.
Si alguien inexperto se incorporara a la tarea, lo más
seguro es que se lastimara, al recibir el ladrillo colocaría las manos duras,
oponiendo resistencia, sin saber acompañar la inercia, queriendo
dirigir voluntariamente el proceso, provocando que sus manos se lastimen,
se rompa el ritmo y así todos terminarían cansados.
Este ejemplo sería en la vida, acompañar a los sucesos que
nos ocurren y no habla de resignación, sino de aceptación.
Poder aceptar que uno no puede controlar la mayoría de los
acontecimientos que nos suceden en la vida.
Si mi actitud es la resignación me lleno de tristeza por la no
concreción de mi deseo, nos baja los brazos, nos deja en una actitud de no
acción por falta de acciones a seguir.
Pero si mi actitud es la aceptación me permite ver lo que el
ritmo de los hechos necesitan de mí, estar atento a cuando y en qué dirección moverme
para encontrar soluciones, es decir imprime una sensata adaptabilidad a nuestra
vida.
Como nos decía Lao Tse “La flexibilidad es la vida, la
rigidez es la muerte”.
Y si hablamos de control, cuantas veces nos podemos sorprender,
si estamos atentos, en que estamos intentando empujar, sucesos, a otros y a nosotros
mismos, en alguna dirección.
Que importante es ahí, en ese punto aprender a soltar, dejar
fluir, modificaría mi disposición, hasta muscularmente, y veríamos
que andaríamos por la vida utilizando la mínima cantidad de energía, tantas
cosas que no requieren nuestro esfuerzo, y esto nos llevaría a poder ocuparnos
de tantas otras, que nos gratificarían, que nos llevan al placer.
Y así, llegar a la noche, sin tantas contracturas y con la
satisfacción de haber vivido un día más.
Lic. María del Carmen González
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