La
lentitud nos devuelve una tranquilidad y un ritmo pausado nos permite ser más
creativos en el trabajo, tener más salud y poder conectarnos con el placer y
con los otros.
“Quien
se interesa exclusivamente por la búsqueda del bienestar mundano -decía Tocqueville
– siempre tiene prisa, pues sólo dispone de un tiempo limitado para asirlo y
disfrutarlo”.
Tratamos
de amontonar tanto consumo y tantas experiencias como nos sea posible.
No
sólo deseamos una buena profesión, sino también seguir cursos de arte, ejercitarnos
en el gimnasio, leer todos los libros de las listas de los más vendidos, salir
a cenar con los amigos, ir al cine, comprar los artículos de moda, tener una
satisfactoria vida sexual, etc…
¿Y
le parece mal?
El resultado es una corrosiva desconexión entre lo que queremos de la vida y lo que, de una manera realista, podemos tener, lo cual alimenta la sensación de que nunca hay tiempo suficiente.
El resultado es una corrosiva desconexión entre lo que queremos de la vida y lo que, de una manera realista, podemos tener, lo cual alimenta la sensación de que nunca hay tiempo suficiente.
La
rapidez, ¿produce rabia?
Es una de las consecuencias de vivir acelerado.
Es una de las consecuencias de vivir acelerado.
La
rabia flota en la atmósfera: rabia por la congestión de los aeropuertos, por
las esperas, por las aglomeraciones en los centros de compras, por las
relaciones personales, por la situación en el puesto de trabajo, por los
tropiezos en las vacaciones.
Todo
objeto inanimado o ser viviente que se interpone en nuestro camino, que nos
impide hacer exactamente lo que queremos hacer cuando lo queremos hacer, se
convierte en nuestro enemigo. Hemos perdido la capacidad de esperar.
La
cultura de la gratificación instantánea es muy peligrosa.
Carl
Honoré, autor del libro "Elogio de la lentitud"
Entrevista
en la publicación
"La Contra de la Vanguardia" (6-2-2005) titulada
“Hemos perdido la capacidad de esperar"
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