JUEGO Y APRENDIZAJE: ¿DOS COMPARTIMIENTOS?
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Hasta determinada edad, que abarca la etapa previa al ingreso
a la escuela primaria, parece estar más unido, más permitido eso de jugar a cualquier
hora o darle a todo un toque de juego.
Después aparece lo de "A la escuela no se viene a jugar,
niño"; o "El recreo para jugar, el aula para aprender".
Es como decir: de un lado la fantasía, la imaginación, la
creatividad y del otro el aprendizaje específico.
De un lado la verbalización espontánea, la manipulación de
objetos, la expresión de emociones, el proyecto, y del otro…
Parece poco creíble. Porque juego y aprendizaje son un constante
ida y vuelta.
Jugar es hacer, es investigar. Jugando se incorpora la realidad
y a su vez se despierta curiosidad por el conocimiento.
Jugando se desarrollan habilidades. Se aprende a compartir un
espacio, un tiempo, objetos, sentimientos.
Juego y aprendizaje aparecen disociados cuando el aprendizaje
se pretende reducir a datos aislados, fórmulas prolijamente repetidas, reglas obsesivamente
expuestas para ser aplicadas mecánicamente.
Lo que vale del aprendizaje, lo que constituye un verdadero capital
es aquello que después se lleva a la vida cotidiana para un desempeño independiente
y creativo. Y todo eso está en el juego. Donde hay que resolver dificultades, situaciones
imprevistas que exigen flexibilidad, continuas reacomodaciones.
El juego supone un ámbito rico de intercambio donde todos enseñan
y todos aprenden.
Un chico que juega traslada después a cualquier actividad que
emprenda esa pasión viva, libre, íntegra.
Ese motor que lo hace activo, cuestionador, plástico.
Nunca un mero recitador de tablas de multiplicar.
Ese motor que lo hace activo, cuestionador, plástico.
Nunca un mero recitador de tablas de multiplicar.
Desconozco el autor
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