Un
pequeño gusanito caminaba un día en dirección al sol.
Muy
cerca del camino se encontraba un saltamontes:
– ¿Hacia dónde te diriges?, le preguntó.
Sin dejar de caminar, la oruga contestó:
– Tuve un sueño anoche; soñé que desde la punta de la gran montaña yo miraba todo el valle. Me gustó lo que vi en mi sueño y he decidido realizarlo.
Sorprendido, el saltamontes dijo, mientras su amigo se alejaba:
– ¡Debes estar loco!, ¿Cómo podrías llegar hasta aquel lugar?
– ¡Tú, una simple oruga! Una piedra será para ti una montaña, un pequeño charco un mar y cualquier tronco una barrera infranqueable.
Pero el gusanito ya estaba lejos y no lo escuchó.
– ¿Hacia dónde te diriges?, le preguntó.
Sin dejar de caminar, la oruga contestó:
– Tuve un sueño anoche; soñé que desde la punta de la gran montaña yo miraba todo el valle. Me gustó lo que vi en mi sueño y he decidido realizarlo.
Sorprendido, el saltamontes dijo, mientras su amigo se alejaba:
– ¡Debes estar loco!, ¿Cómo podrías llegar hasta aquel lugar?
– ¡Tú, una simple oruga! Una piedra será para ti una montaña, un pequeño charco un mar y cualquier tronco una barrera infranqueable.
Pero el gusanito ya estaba lejos y no lo escuchó.
Sus
diminutos pies no dejaron de moverse.
La oruga continuó su camino, habiendo avanzado ya unos cuantos centímetros.
Del mismo modo, la araña, el topo, la rana y la flor aconsejaron a nuestro amigo a desistir de su sueño!
-¡No lo lograrás jamás! – le dijeron -, pero en su interior había un impulso que lo obligaba a seguir.
Ya agotado, sin fuerzas y a punto de morir, decidió parar a descansar y construir con su último esfuerzo un lugar donde pernoctar:
– Estaré mejor, fue lo último que dijo, y murió.
Todos los animales del valle por días fueron a mirar sus restos.
La oruga continuó su camino, habiendo avanzado ya unos cuantos centímetros.
Del mismo modo, la araña, el topo, la rana y la flor aconsejaron a nuestro amigo a desistir de su sueño!
-¡No lo lograrás jamás! – le dijeron -, pero en su interior había un impulso que lo obligaba a seguir.
Ya agotado, sin fuerzas y a punto de morir, decidió parar a descansar y construir con su último esfuerzo un lugar donde pernoctar:
– Estaré mejor, fue lo último que dijo, y murió.
Todos los animales del valle por días fueron a mirar sus restos.
Ahí
estaba el animal más loco del pueblo.
Había construido como su tumba un monumento a la insensatez.
Había construido como su tumba un monumento a la insensatez.
Ahí
estaba un duro refugio, digno de uno que murió “por querer realizar un sueño
irrealizable”.
Una mañana en la que el sol brillaba de una manera especial, todos los animales se congregaron en torno a aquello que se había convertido en una ADVERTENCIA PARA LOS ATREVIDOS.
Una mañana en la que el sol brillaba de una manera especial, todos los animales se congregaron en torno a aquello que se había convertido en una ADVERTENCIA PARA LOS ATREVIDOS.
De
pronto quedaron atónitos.
Aquella concha dura comenzó a quebrarse y con asombro vieron unos ojos y una antena que no podía ser la de la oruga que creían muerta.
Aquella concha dura comenzó a quebrarse y con asombro vieron unos ojos y una antena que no podía ser la de la oruga que creían muerta.
Poco
a poco, como para darles tiempo de reponerse del impacto, fueron saliendo las
hermosas alas arco iris de aquel impresionante ser que tenían frente a ellos:
UNA
MARIPOSA.
No hubo nada que decir, todos sabían lo que haría: se iría volando hasta la
gran montaña y realizaría un sueño; el sueño por el que había vivido, por el
que había muerto y por el que había vuelto a vivir.
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