Iba de pueblo en pueblo, de aldea en aldea.
Hacía años que no tenía morada fija y andaba por la vida
ligero de equipaje.
Una mochila con pocas cosas: una muda, una toalla, una
Biblia, las obras completas de Machado y poco más.
Era todo su equipamiento.
No necesitaba más.
Marchando por cierto paraje solitario se tropezó con un río
de aguas transparentes y profundas. Decidido a proseguir su camino, se desnudó
y metió todo en el macuto.
Luego lanzó sus pertenencias al otro lado de la corriente.
Cuando iba a zambullirse notó un extraño peso en el corazón.
Lo chequeó pacientemente y descubrió en él orgullo,
sentimientos de superioridad, insolidaridad,
intolerancia...
Fue arrojando todo aquello al agua y se despidió de ellos.
Cuando desnudo y mojado alcanzó la otra orilla se sintió por
primera vez en su vida verdaderamente libre.
Ahora sí que podía proseguir su camino descubriendo en cada hombre
a un hermano.
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