'Si el hombre aspira a la transformación,'
dijo Ouspensky, 'debe primero adquirir equilibrio y armonía entre sus instintos,
sus emociones y sus pensamientos.
Esta
es la primera condición para la transformación correcta.
El
hombre transformado adquiere poderes que son incomprensibles para la gente
ordinaria.
Aún
el hombre número cinco – el hombre integrado – es para nosotros un
superhombre.'
Ouspensky terminó abruptamente su explicación y no volvió a tocar el tema.
Ouspensky terminó abruptamente su explicación y no volvió a tocar el tema.
Lo
que no dijo, y lo que más tarde Bennett y todos sus otros discípulos
aprendieron, es que el trabajo de armonizar el instinto, la emoción y el
intelecto es tan difícil que pocos lo emprenden y son aún menos los que tienen
éxito.
Varios años después Bennett tuvo una directa demostración de este hecho.
Varios años después Bennett tuvo una directa demostración de este hecho.
Había
conocido a Gurdjieff en Constantinopla y, más tarde, cuando se abrió el
Instituto para el Desarrollo Armónico del Hombre en Francia, fue a trabajar en él.
El
trabajo era intensivo y extenuante.
Para
Bennett esto fue especialmente cierto ya que sufría de disentería, que había
contraído en Smirna cuatro años antes.
Estaban
tan débil que apenas podía levantarse de la cama, y sin embargo se esforzaba
para continuar, y aún para realizar cierto ejercicio por más tiempo que la
mayoría de los otros estudiantes.
Había
perdido todo sentido del pasado y del futuro, sólo era consciente de la agonía
presente que significaba forzar su debilitado cuerpo para continuar moviéndose.
Gurdjieff
lo vigilaba atentamente.
Bennett
se hizo consciente de que existía una exigencia no expresada, que a la vez le
infundía ánimo y constituía una promesa.
No
debía darse por vencido aunque el esfuerzo lo matara.
De pronto descubrió que le llegaba un enorme poder.
De pronto descubrió que le llegaba un enorme poder.
Todo
su cuerpo parecía haberse convertido en luz, y no podía sentir su presencia de
manera habitual.
Su
cuerpo débil y rebelde se había vuelto fuerte y obediente.
Ya
no sentía los lacerantes dolores abdominales que lo habían atormentado durante
días.
Tan
grande era este flujo de energía que no podía descansar aún cuando el ejercicio
había terminado.
Se
dirigió a la huerta junto a la cocina y pasó algún tiempo cavando
vigorosamente, y luego se fue a dar un paseo por el bosque de Fontainebleau.
En
uno de los senderos del bosque se encontró con Gurdjieff.
Sin
más preliminares Gurdjieff se puso a hablar en turco sobre las energías que
operan en el hombre.
Se necesitaba una cierta energía para trabajar sobre sí mismo.
Se necesitaba una cierta energía para trabajar sobre sí mismo.
Nadie
podía hacer esfuerzos a menos que tuviera un suministro suficiente de esta
energía.
Se
podría llamar Energía Emocional Superior.
Todos,
por un proceso natural, acumulaban una pequeña porción de esta energía cada
día.
Si
se la empleaba correctamente nos permitía avanzar mucho en el propio perfeccionamiento.
Pero de esa manera sólo podíamos llegar hasta cierto punto.
La
transformación del Ser que era indispensable para alguien que quisiera cumplir
con el propósito de su existencia requería de una concentración mucho mayor de Energía Emocional
Superior que la que venía a nosotros de forma natural.
Robert
S. De Ropp
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