Leopoldo es negro pero tiene la cola y las patitas blancas.
También tiene los bigotes largos, la lengua rosadita y los ojos verdes. Y tiene
además… una costura en la pancita, porque Leopoldo, ¡es el gato de trapo de
Marcela!
Marcela anda todo el día de aquí para allá con Leopoldo a
cuestas. Lo alza, lo estruja, lo zamarrea, lo abraza, lo besa y lo hace dormir
a su lado.
Seguramente fue por eso… por tanto moverlo que un día, un
hilo hizo ¡clic! Y a Leopoldo se le abrió un agujero en la pancita.
—¡Leopoldo! ¿Qué te pasó? —gritó Marcela a punto de
dormirse. —Ahora vos también tenés un agujerito en la panza llena de algodón …
—le decía mientras metía el dedo por el pedacito descosido y lo sacaba lleno de
hilachas grises.
—¿Sabés, Leopoldo? Se me ocurre una cosa: ¡¿Dale que vos sos
una alcancía?! —y sin esperar la aprobación del gatito buscó una moneda que
tenía en el pantalón vaquero y la metió por el agujerito.
Al día siguiente buscó las tres que tenía en su carterita de
jugar a las visitas y también las metió en la pancita de Leopoldo, y cuando las
monedas se acabaron metió el lápiz de labios de mamá, los gemelos de papá, el
dedal de la abuelita, un cigarrillo del abuelito, cuatro botones, algunos
tornillos, tres boletos capicúa y un puñadito de tierra con piedritas que trajo
de la plaza. ¿Piedritas? No … eran unas semillitas que andaban volando por ahí.
Y ellas fueron las causantes de la sorpresa.
Después de algunos días, mamá encontró a Leopoldo sobre la
alfombra y al levantarlo vio la pancita descosida.
-—- ¡Oh, pobre! Tenés un agujerito … y la panza llena de
cosas raras …¡Qué Marcela ésta!
Mamá sacudió a Leopoldo hasta que cayeron todas las cosas
raras. Todas, menos las semillitas, que sin duda estaban muy cómodas y calentitas
entre el algodón. Después volvió a cerrar el agujero con varias puntadas. Le
miró las patitas y dijo:
—Estas patitas están muy sucias, Leopoldo … Te voy a bañar —
y lo bañó y lo colgó al sol para que se secara.
Y así fue lo que pasó. Con tanto sol en la terraza y la
tierrita que se había quedado adentro y los lindos días de septiembre que se
asomaban en el cielo … las piedritas semillitas se inflaron, se abrieron y ¡¡ a
Leopoldo le apareció una planta en la pancita!! La plantita se estiró … el hilo
de la costura se volvió a cortar y el último día de septiembre, justo el
último, a Leopoldo le asomó una flor celeste por la costura de la pancita.
Cuando Marcela lo vio … abrió grandes los ojos … después
infló los cachetes, después frunció el ceño, arrugó la nariz y gritó mientras
abrazaba al gatito:
— ¡Mamiiii…! ¿A mí también me va a salir una flor en la
pancita?
Marta Giménez Pastor
No hay comentarios.:
Publicar un comentario