Un nuevo estudiante se acercó al maestro de Zen, y le preguntó cómo debería prepararse para su instrucción.
-Piense que soy una campana -explicó el maestro-. Deme un golpecito
suave, y obtendrá un pequeñísimo tintineo; golpéeme con fuerza, y
recibirá un estridente y sonoro repique.
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