Aquel pescador, salió temprano, por la
mañana, para pescar, cuando aún estaba oscuro.
Su pie tropezó con algo que parecía una
bolsa, que probablemente había llegado arrastrada por la marea, desde algún
barco naufragado.
La recogió, la abrió y se dio cuenta de que
contenía pequeñas piedras; las agarró y se entretuvo, hasta el amanecer,
arrojándolas lejos, en el mar, para ver si podía calcular, por el ruido que
producían, la distancia a que había lanzado cada una.
Pues bien, cuando comenzó a amanecer, miró
dentro de la bolsa y vio allí tres piedras preciosas.
¡Dios!, ¡había estado llena de piedras
preciosas y él no se había dado cuenta!
¡Demasiado tarde!, demasiado tarde...
¡No era demasiado tarde! ¡Quedaban tres
piedras todavía!
No era demasiado tarde, no era demasiado
tarde...
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sábado, 19 de octubre de 2013
El Pescador y las Piedras
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