Como maestro (o cuando los demás nos
consideran así) siento que es fundamental, absolutamente importante, estar
siempre dispuesto a hablar desde el corazón, aún cuando exista el riesgo de
perder popularidad, éxito o fama; lectores, auditorio, fans o seguidores; hay
que estar dispuesto incluso a perder la reputación o la imagen de iluminado o
de alguien que no suele juzgar o que ama o acepta incondicionalmente; la imagen
de un yo transparente o de un no-yo, incluso asumir el riesgo de perder el
sustento en nombre de la verdad, de la autenticidad y del amor por la vida
misma.
Pero al mismo tiempo, y quizás más
importante, es que como maestro se tenga la capacidad de asumir la verdad con
sencillez y ligereza para estar siempre abierto a toda crítica y comentario e
incluso al ataque, mantenerse alerta para no caer en la identidad del maestro (sabelotodo,
no dormirse en sus laureles y creer que porque la gente ahora escucha tus
palabras, eres de alguna manera más favorecido o que estás protegido o que eres
más valioso) y que te encuentras 'más allá' de los demás, como una especie de
súper humano.
Yo vi surgir este movimiento en mí
mismo, en el pasado, y por eso estoy siempre atento, cuidando de no convertirme
en una mierda ni arrastrarme sigilosamente hacia la necesidad de tener más
seguidores o fama o gloria, o sentir la necesidad de tener la razón o de que
los demás me la den.
Y si yo no me doy cuenta, los demás
lo hacen y estoy completamente abierto a que me llamen la atención.
Para eso son los amigos, las
parejas, las madres y los padres.
Como maestro, ¿puedo escuchar,
realmente escuchar comentarios honestos y no responder como a menudo falsos
gurús lo hacen?
‘¡No, es sólo tu proyección! ¡Es tu
ego el que habla! ¡Estoy más allá de toda preocupación humana! ¡Lo que pasa es
que no puedes aún soportar la VERDAD!’
Durante muchos años no quise que me
llamaran maestro espiritual, justamente por esas razones, porque no quería
engañar a nadie con mis inconscientes puntos ciegos, con la necesidad
subconsciente de aferrarme a una falsa identidad como 'maestro' y separarme de
aquellos que yo veía como 'estudiantes'.
¡Cuál separación!
No quería dar a entender que yo
sabía, porque ¿cómo iba a ser posible que yo ayudara a los demás a liberarse de
las formas si yo estaba aferrado a la forma de maestro que tenía todas las
respuestas, de alguien que lo había 'logrado' y que desde esa posición podía
liberar a los demás?
No deseaba ser un misionero de una
verdad que no podía tomar para mí mismo.
Así que llámenme maestro, llámenme
amigo, o no me llamen de ninguna manera, llámenme el fraude más grande que pudo
haber existido o ignórenme completamente, ustedes siempre, siempre me están
enseñando y yo siempre, siempre estoy escuchando.
Yo soy simplemente un eterno
estudiante de la vida, un niño fascinado y puede que siempre sea así.
Podríamos ser maestros, pero, como
dijo Nietzsche, aunque lo neguemos, en el fondo seguimos siendo,
afortunadamente, "humanos, demasiado humanos...".
Y adoro esta humanidad.
Jeff
Foster
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