jueves, 6 de agosto de 2015

Ser Un Maestro Espiritual


Como maestro (o cuando los demás nos consideran así) siento que es fundamental, absolutamente importante, estar siempre dispuesto a hablar desde el corazón, aún cuando exista el riesgo de perder popularidad, éxito o fama; lectores, auditorio, fans o seguidores; hay que estar dispuesto incluso a perder la reputación o la imagen de iluminado o de alguien que no suele juzgar o que ama o acepta incondicionalmente; la imagen de un yo transparente o de un no-yo, incluso asumir el riesgo de perder el sustento en nombre de la verdad, de la autenticidad y del amor por la vida misma.
Pero al mismo tiempo, y quizás más importante, es que como maestro se tenga la capacidad de asumir la verdad con sencillez y ligereza para estar siempre abierto a toda crítica y comentario e incluso al ataque, mantenerse alerta para no caer en la identidad del maestro (sabelotodo, no dormirse en sus laureles y creer que porque la gente ahora escucha tus palabras, eres de alguna manera más favorecido o que estás protegido o que eres más valioso) y que te encuentras 'más allá' de los demás, como una especie de súper humano.
Yo vi surgir este movimiento en mí mismo, en el pasado, y por eso estoy siempre atento, cuidando de no convertirme en una mierda ni arrastrarme sigilosamente hacia la necesidad de tener más seguidores o fama o gloria, o sentir la necesidad de tener la razón o de que los demás me la den.
Y si yo no me doy cuenta, los demás lo hacen y estoy completamente abierto a que me llamen la atención.
Para eso son los amigos, las parejas, las madres y los padres.
Como maestro, ¿puedo escuchar, realmente escuchar comentarios honestos y no responder como a menudo falsos gurús lo hacen?
‘¡No, es sólo tu proyección! ¡Es tu ego el que habla! ¡Estoy más allá de toda preocupación humana! ¡Lo que pasa es que no puedes aún soportar la VERDAD!’
Durante muchos años no quise que me llamaran maestro espiritual, justamente por esas razones, porque no quería engañar a nadie con mis inconscientes puntos ciegos, con la necesidad subconsciente de aferrarme a una falsa identidad como 'maestro' y separarme de aquellos que yo veía como 'estudiantes'.
¡Cuál separación!
No quería dar a entender que yo sabía, porque ¿cómo iba a ser posible que yo ayudara a los demás a liberarse de las formas si yo estaba aferrado a la forma de maestro que tenía todas las respuestas, de alguien que lo había 'logrado' y que desde esa posición podía liberar a los demás?
No deseaba ser un misionero de una verdad que no podía tomar para mí mismo.
Así que llámenme maestro, llámenme amigo, o no me llamen de ninguna manera, llámenme el fraude más grande que pudo haber existido o ignórenme completamente, ustedes siempre, siempre me están enseñando y yo siempre, siempre estoy escuchando.
Yo soy simplemente un eterno estudiante de la vida, un niño fascinado y puede que siempre sea así.
Podríamos ser maestros, pero, como dijo Nietzsche, aunque lo neguemos, en el fondo seguimos siendo, afortunadamente, "humanos, demasiado humanos...".
Y adoro esta humanidad.

Jeff Foster


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