Cierto día, un gran santo, caminando entre las arenas del
desierto en peregrinación a la Ciudad Santa, se encontró cara a cara con el
diablo, quien también se dirigía al mismo lugar.
El santo, compadeciéndose del demonio, le saludó y quiso
hacerle compañía durante cierta distancia.
Así, mientras caminaban, se interesó por su trabajo.
A lo que el diablo contestó:
- Para los hombres y
mujeres santos, da igual que les tiente o que no les tiente, pues siempre
permanecen fieles a Dios y no se apartan del Camino Recto.
Con los seres humanos normales, unas veces ganan ellos y
otras veces gano yo.
Y para cierta clase de seres, no hace falta que yo los
tiente, pues ellos hacen mi trabajo mejor que yo mismo.
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