El hombre y los enanos
En un principio Odín, uno de los dioses creadores de todas
las cosas, nombró unos gobernantes y los erigió jueces para que regulasen el
destino de los hombres y los enanos junto a él.
Se reunían en el centro de Asgard, aquí edificó doce sedes para ellos y un trono que ocuparía él. En el lugar donde se encontraba el otro existían otras dos estancias, la de los dioses, cuyo nombre era Gladsheim y el santuario de las diosas, Vingolf.
Los enanos habían sido engendrados de la carne del gigante Ymer, de la cual surgieron tras su muerte a manos de Odín y aunque poseían inteligencia y forma humana, vivían en la tierra, en las cuevas más profundas. Cuatro de ellos, Nordi, Sudri, Austri y Vestri fueron colocados para soportar el cielo, simbolizando los cuatro puntos cardinales Norte, Sur, Este y Oeste, respectivamente.
En cierta ocasión en que Odín y sus hermanos caminaban por la playa, divisaron dos troncos de árbol, un fresno y un aliso, arrastrados por las olas, estos procedían del cabello de Ymir que había llegado a formar grandes bosques. Del fresno crearon un hombre, al que se le dio el nombre de Ask y del aliso crearon una bella mujer a la que se le llamó Embla, éstos tuvieron la vida de un árbol hasta que los dioses les dieron mente, voluntad y deseo.
Odín les dio la respiración y el alma; Vile, la capacidad de pensar y moverse; y Ve les otorgó las facultades de hablar, oír y ver. De ellos descendería toda la raza humana, cuya morada es llamada Midgard o Manaheim.
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