(basado en Cipolla (1988), Allegro ma non troppo) |
Primera
Ley Fundamental:
Siempre
e inevitablemente todos subestiman el número de individuos estúpidos en
circulación
A primera
vista esta afirmación puede parecer trivial, o más bien obvia, o poco generosa,
o quizá las tres cosas a la vez. Sin embargo, un examen más atento revela de
lleno la rotunda veracidad de esta afirmación. Cipolla considera que por muy
alta que sea la estimación cuantitativa que se haga de la estupidez humana,
siempre quedaremos sorprendidos de forma repetida y recurrente por el hecho de
que:
- personas que uno ha
considerado racionales e inteligentes en el pasado resultan ser
inequívocamente estúpidas;
- día tras día, con una
monotonía incesante, vemos cómo entorpecen y obstaculizan nuestra
actividad individuos obstinadamente estúpidos, que aparecen de improviso e
inesperadamente en los lugares y en los momentos menos oportunos.
La
Primera Ley Fundamental impide la atribución de un valor numérico a la fracción
de personas estúpidas respecto del total de la población. Cualquier estimación
numérica resultaría ser una subestimación. Por ello en las líneas que siguen se
designará la proporción de personas estúpidas en el seno de una población con
el símbolo σ.
Segunda
Ley Fundamental:
La
probabilidad de que cierta persona sea estúpida es independiente de cualquier
otra característica de esa persona.
No todos
los humanos son iguales ya que unos son más estúpidos que otros. Según Cipolla,
el grado de estupidez viene determinado genéticamente por la naturaleza pero no
está asociado a ninguna otra característica de raza, sexo, nacionalidad o
profesión.
El
profesor Cipolla realizó amplios estudios demográficos con muy diversos
sectores de la población. Inicialmente afirma haber comprobado que entre los
trabajadores "de cuello azul" existía una fracción σ de
estúpidos y que esa fracción era mayor de lo que esperaba, con lo que se confirmaba
la primera Ley. Sospechando que podía deberse a falta de cultura o a
marginalidad social estudió muestras de trabajadores "de cuello
blanco" y a estudiantes, comprobando que entre ellos se mantenía la misma
proporción. Más sorprendido aún quedó al medir el mismo parámetro entre los
profesores de universidad. Decidió por tanto expandir sus estudios hasta
la élite de la sociedad, los laureados con el Premio Nobel. El resultado
confirmó el poder supremo de la naturaleza: una proporción σ de laureados con
el Nobel son estúpidos.
Tercera
Ley Fundamental (o de Oro):
Una
persona estúpida es aquella que causa pérdidas a otra persona o grupo de
personas sin obtener ninguna ganancia para sí mismo e incluso incurriendo en
pérdidas.
El
análisis de costes y beneficios de Carlo M. Cipolla permite clasificar a los
seres humanos en cuatro tipos de personas, cada uno de los cuales ocupa un
cuadrante en un sistema de coordenadas. Si representamos en el eje de abcisas
el beneficio, positivo o negativo, que obtiene el individuo y en el eje de
ordenadas el beneficio (+) o coste (-) que causa a los demás, podemos definir y
estimar las coordenadas de los siguientes tipos:
- Desgraciado (D): aquel que se causa un
perjuicio a sí mismo, beneficiando a los demás.
- Inteligente (I): aquel que se beneficia
a sí mismo, beneficiando a los demás.
- Bandido (B): aquel que obtiene
beneficios para sí mismo, perjudicando a los demás.
- Estúpido (E): aquel que causa
pérdidas a otros, perjudicándose a la vez a sí mismo.
Distribución
de Frecuencia
La mayoría de los individuos no actúa
consistentemente. Bajo ciertas circunstancias una persona puede actuar
inteligentemente y en otras actuar como desgraciado. La única importante
excepción a esta regla es la de las personas estúpidas que normalmente muestran
una fuerte tendencia hacia un comportamiento estúpido en cualquier actividad o
empresa. Para los demás, podremos calcular su posición en el eje de coordenadas
del gráfico 1 como una media de los resultados de sus acciones en
términos de costes y beneficios causados sobre sí mismos y sobre los demás.
Esta posibilidad nos permite hacer la siguiente digresión:
Consideraremos
un "bandido perfecto" aquel que mediante sus acciones obtiene para sí
mismo un beneficio igual al coste que origina en los demás. Es el caso del
ladrón que roba a otro cien euros sin causarle ningún coste adicional. Esta
situación puede ser definida como un "juego de suma cero" en el que
el conjunto de la sociedad ni gana ni pierde. El "bandido perfecto"
quedaría representado en el eje de coordenadas del gráfico 2 sobre la
línea OM que bisecta el cuadrante B.
Sin embargo los "bandidos perfectos" son
relativamente escasos. Es más frecuente que haya "bandidos
inteligentes" (Bi) que obtienen más beneficios que los costes que causan,
o "bandidos estúpidos" (Be), que para obtener algún beneficio causan
un coste alto a los demás.
Desgraciadamente
los bandidos que permanecen por encima de la línea OM son relativamente poco numerosos.
Es mucho más frecuente el individuo Be. Ejemplo de este último puede ser el
ladrón que destroza los cristales de un coche para robar su radio o el que
asesina a alguien para irse con su mujer a pasar un fin de semana en
Montecarlo.
El poder
de la estupidez
Los
estúpidos son peligrosos y funestos porque a las personas razonables les
resulta difícil imaginar y entender un comportamiento estúpido. Una persona
inteligente puede entender la lógica de un bandido. Las acciones de un bandido
siguen un modelo de racionalidad. El bandido quiere obtener beneficios. Puesto
que no es suficientemente inteligente como para imaginar métodos con que
obtener beneficios para sí procurando también beneficios a los demás, deberá
obtener su beneficio causando pérdidas a su prójimo. Ciertamente, esto no es
justo, pero es racional, y siendo racional, puede preverse. En definitiva, las
relaciones con un bandido son posibles puesto que sus sucias maniobras y sus
deplorables aspiraciones pueden preverse y, en la mayoría de los casos, se
puede preparar la oportuna defensa.
Con una
persona estúpida todo esto es absolutamente imposible. Tal como está implícito
en la Tercera Ley Fundamental, una criatura estúpida nos perseguirá sin razón,
sin un plan preciso, en los momentos y lugares más improbables y más
impensables. No existe modo racional de prever si, cuando, cómo y por qué, una
criatura estúpida llevará a cabo su ataque. Frente a un individuo estúpido, uno
está completamente desarmado.
Puesto
que las acciones de una persona estúpida no se ajustan a las reglas de la
racionalidad, es lógico pensar que tienen todas las de ganar porque:
- generalmente el ataque nos
coge por sorpresa.
- incluso cuando se tiene
conocimiento del ataque, no es posible organizar una defensa racional
porque el ataque, en sí mismo, carece de cualquier tipo de estructura
racional.
El hecho
de que la actividad y los movimientos de una criatura estúpida sean
absolutamente erráticos e irracionales, no sólo hace problemática la defensa,
sino que hace extremadamente difícil cualquier contraataque. Y hay que tener en
cuenta también otra circunstancia: la persona inteligente sabe que es
inteligente; el bandido es consciente de que es un bandido y el desgraciado
incauto está penosamente imbuido del sentido de su propia candidez. Pero al
contrario que todos estos personajes, el estúpido no sabe que es estúpido y
esto contribuye en gran medida a dar mayor fuerza, incidencia y eficacia a su
poder devastador.
Cuarta
Ley Fundamental:
Las
personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas
estúpidas. Los no estúpidos, en especial, olvidan constantemente que en
cualquier momento, lugar y circunstancia, tratar y/o asociarse con individuos
estúpidos se manifiesta infaliblemente como un costosísimo error.
No hay
que asombrarse de que las personas desgraciadas e incautas, es decir, las que
en los gráficos 1 y 2 se sitúan en el cuadrante D, no reconozcan la
peligrosidad de las personas estúpidas. El hecho no representa sino una
manifestación más de su falta de previsión. Pero lo que resulta verdaderamente
sorprendente es que tampoco las personas inteligentes ni los bandidos consiguen
muchas veces reconocer el poder devastador y destructor de la estupidez. Es extremadamente
difícil explicar por qué sucede esto. Se puede tan sólo formular la hipótesis
de que, a menudo, tanto los inteligentes como los bandidos, cuando son
abordados por individuos estúpidos, cometen el error de abandonarse a
sentimientos de autocomplacencia y desprecio en lugar de preparar la defensa y
segregar inmediatamente cantidades ingentes de adrenalina ante tamaña situación
de peligro.
Uno de
los errores más comunes es llegar a creer que una persona estúpida sólo se hace
daño a sí misma, pero esto no es más que confundir la estupidez por la candidez
de los desgraciados.
A veces
hasta se puede caer en la tentación de asociarse con un individuo estúpido con
el objeto de utilizarlo en provecho propio. Tal maniobra no puede tener más que
efectos desastrosos porque:
a) está basada en la total incomprensión de la naturaleza esencial de la estupidez y
b) da a la persona estúpida la oportunidad de desarrollar sus capacidades aún más allá de lo originalmente supuesto. Uno puede hacerse la ilusión de que está manipulando a una persona estúpida y, hasta cierto punto, puede que incluso lo consiga, pero debido al comportamiento errático del estúpido, no se pueden prever todas sus acciones y reacciones y muy pronto uno se verá arruinado y destruido sin remedio.
A lo
largo de los siglos, en la vida pública y privada, innumerables personas no han
tenido en cuenta la Cuarta Ley Fundamental y esto ha ocasionado pérdidas
incalculables.
Macroanálisis y Quinta Ley Fundamental:
La
persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe.
Las
consideraciones finales de la Ley cuarta nos conducen a un análisis de tipo
"macro", según el cual, en lugar del bienestar individual, se toma en
consideración el , definido, en este contexto, como la suma
algebraica de las condiciones del bienestar individual. Es esencial para
efectuar este análisis una completa comprensión de la Quinta Ley Fundamental.
No obstante, es preciso añadir que de las cinco leyes fundamentales, la Quinta
es, de largo, las más conocida.
El
corolario de la ley dice así: El estúpido es más
peligroso que el bandido.
La
formulación de la ley y el corolario son aún del tipo "micro". Sin
embargo, tal como hemos anunciado anteriormente, la ley y su corolario tienen
profundas implicaciones de naturaleza "macro". Si todos los miembros
de una sociedad fuesen bandidos perfectos, la sociedad quedaría en una
situación estancada pero no se producirían grandes desastres. Todo quedaría
reducido a transferencias masivas de riqueza y bienestar. Pero cuando los
estúpidos entran en acción las cosas cambian completamente. La personas
estúpidas ocasionan pérdidas a otras personas sin obtener ningún beneficio para
ellas mismas y, por consiguiente, la sociedad entera se empobrece.
El gráfico 3 muestra un sistema de
clasificación simple entre las acciones que causan beneficio o perjuicio a la
sociedad como un todo. Toda actividad representable a la derecha de la línea
NOM implica una redistribución con beneficio social neto, mientras que las
actividades que caen a la izquierda o debajo de dicha línea implican pérdidas
sociales netas.
El
profesor Carlo M. Cipolla, erudito historiador que ha investigado
intensamente la sociedad clásica romana, la sociedad medieval y muchas otras de
la antigüedad, está perfectamente cualificado para afirmar, como hace, que el
coeficiente σ es una constante histórica. ¿Por qué entonces unas
sociedades prosperan y otras entran en decadencia? Depende exclusivamente de la
capacidad de los individuos inteligentes para mantener a raya a los estúpidos.
Más aún:
en las sociedades en decadencia, el porcentaje de individuos estúpidos sigue
siendo igual a σ; sin embargo, en el resto de la población Cipolla
observa, sobre todo entre los individuos que están en el poder, una alarmante
proliferación de bandidos con un elevado porcentaje de estupidez. Y entre los
que no están en el poder, un igualmente alarmante crecimiento del número de los
desgraciados incautos. Tal cambio en la composición de la población de los no
estúpidos es el que refuerza inevitablemente el poder destructivo de la
fracción σ y conduce al país a la ruina.
Carlo M.
Cipolla
(1922-2000) fué un importante historiador italiano especializado en la historia
de la economía. Fue un autor prolífico, creativo y con diversidad de intereses,
que se demuestra con sus trabajos acerca de la estupidez humana, que
plasmó en el libro que se reseña a continuación, en una versión resumida
realizada por el equipo de eumed.net que publica la Enciclopedia y
Biblioteca Virtual de las Ciencias Sociales, Económicas y Jurídicas con el
apoyo de la Universidad de Málaga:
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