1524 Quetzaltenango
El poeta hablará de Pedro de Alvarado y de quienes con él vinieron a enseñar el miedo.
Contará que cuando ya las tropas indígenas habían sido arrasadas, y era Guatemala campo de carnicería, el capitán Tecum Umán se alzó por el aire y voló con alas y plumas nacidas de su cuerpo. Voló y cayó sobre Alvarado y de un golpe feroz le arrancó la cabeza del caballo. Pero Alvarado y el caballo se partieron en dos y divididos quedaron: el conquistador se desprendió del caballo decapitado y se levantó. Nuevamente se echó a volar el capitán Tecum y subió, fulgurante, hasta muy arriba. Cuando se precipitó desde las nubes, Alvarado lo esquivó y lo atravesó con su lanza. Acudieron los perros a despedazar a Tecum Umán y la espada de Alvarado se interpuso. Largo rato estuvo Alvarado contemplando al vencido, su cuerpo abierto, la plumería de quetzal que le brotaba de los brazos y las piernas, las alas rotas, la triple corona de perlas, diamantes y esmeraldas. Alvarado llamó a sus soldados. Les dijo: , y los obligó a quitarse los cascos.
Los niños, sentados en rueda alrededor del poeta, preguntarán:
-Y todo eso, ¿lo viste? ¿Lo escuchaste?
-Sí.
-¿Estuviste aquí? -preguntarán los niños.
-No. De los que estuvieron aquí, ninguno de los nuestros sobrevivió.
El poeta señalará las nubes en movimiento y el balanceo de las copas de los árboles.
-¿Ven las lanzas? -preguntará-. ¿Ven las patas de los caballos? ¿La lluvia de flechas? ¿El humo?
-Escuchen -dirá. y apoyará la oreja contra la tierra, llena de estampidos.
Y les enseñará a oler la historia con el viento, a tocarla en las piedras pulidas por el río y a conocerle el sabor mascando ciertas hierbas, así, sin apuro, como quien masca tristeza.
Eduardo Galeano |
- Memoria del fuego I. Los nacimientos.
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