La cualidad del movimiento de una persona se estudia
desde dos puntos de vista: la espontaneidad y el control.
La espontaneidad es una función de autoexpresión.
Cuanto más vivo, más espontáneos son los movimientos de
una persona.
El cuerpo se expresa de modo natural, cambia constantemente
para reflejar los sentimientos interiores.
En este respecto es como una llama que nunca es la
misma en dos momentos, cualesquiera que sean. A la vez que el cuerpo es más
estructurado que una flama, no es tan rígido como una máquina. Tiene una
calidad fluida y responde al juego de las fuerzas interiores.
Normalmente el control representa la sumisión de la
espontaneidad por el yo, y es planeada para reproducir una acción más efectiva.
Por medio del control yoico se canaliza y se integra con
la motilidad espontánea del cuerpo para lograr una meta deseada.
En un yo saludable el control no disminuye la
espontaneidad corporal. Cuando el control y la espontaneidad están integrados
en el movimiento del cuerpo, el resultado es coordinación.
La coordinación refleja el grado de identificación con
el cuerpo que tiene el yo, a la vez que comanda los movimientos.
Una persona sana, está bien coordinada en sus
movimientos, es espontánea y a la vez tiene control.
La enfermedad emocional se caracteriza por una pérdida
de la espontaneidad o por una deficiencia del control yoico, o ambas. Hablando
en términos generales, la persona que sufre de disturbios emocionales se mueve
compulsivamente o impulsivamente.
La persona compulsiva es rígida, sus restricciones
yoicas son tan severas que sus movimientos toman un patrón mecánico y le falta
espontaneidad.
En la persona impulsiva el control yoico está
debilitado y los impulsos se rompen hacia fuera de una manera histérica. La
persona impulsiva es hiperactiva, ni puede estar sentado tranquilo ni canalizar
su energía hacia acciones conformativas. Su yo inadecuado constantemente se
abruma por sus sentimientos, a la vez que se frustra constantemente porque sus
sentimientos están desbordándose sin lograr nada.
La persona compulsiva tiene miedo de soltar su control
rígido, la persona impulsiva es incapaz de mantener el control.
En efecto, la persona impulsiva está descargando sus
energías desenfrenadamente para evitar los sentimientos en su cuerpo.
Se pone irritable para evitar sentir su rabia;
histérico, para evitar sentir tristeza y promiscuo para evitar sus sentimientos
sexuales.
Corre antes de tener miedo, grita antes de que le
causen dolor y ataca antes de ser amenazado.
Alexander Lowen
Conferencia II "Los movimientos"
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