miércoles, 14 de enero de 2015

Trayecto De Ida Y Vuelta


Después de ver amanecer, tomé mi navío y emboqué ilusionado a la bahía pequeña situada  junto al  puerto, y de allí puse rumbo a Izaro. Seis millas me separaban de la isla. Navegué a una velocidad aproximada de 6 a 7 nudos/hora, con un viento de proa Noroeste, de fuerza 4 en la escala Beaufort. Las olas, con mar de fondo de 1,5 metros, batían la amura de babor.

Me coloco en la bañera del navío, en la popa, a barlovento, recibiendo directamente el aire fresco en la cara. La espuma mezclada con la brisa fresca rezuma y alcanza mi tez produciendo una sensación de placer. Veo la dificultad de la navegación, dudo un instante y decido continuar.

Cierro los ojos y la boca, exponiendo cara y torso al agua. Una y otra vez las olas, al llegar a la amura, y debido a la escora y  al viento, hacen saltar finísimas gotas de agua marina impregnada de sal, con olor a alga, a ozono, a mar, que impacta en mi cuerpo.

¡Que gusto, que placer!, poco a poco va subiendo la cantidad y potencia del agua que entra en contacto con mi cuerpo, de modo que me empapo entero. Pero no me importa, y disfruto con los elementos. Son sensaciones positivas, de placer, de tranquilidad, y así, navego con serenidad, paz, armonía, y sobre todo con libertad.

No existe riesgo. La fuerza del viento se mantiene, y la embarcación, en un movimiento de suave vaivén cruza rauda las escasas millas a destino. He disfrutado, me he relajado, he entrado en contacto con mi yo interior.

Quizás el yodo y el sodio contenido en el agua marina hayan ayudado a mi relax. Tal vez mis ganas de entrar en contacto directo con la madre naturaleza hayan hecho que me integre de tal modo en ella, que me haya olvidado del mundo en que vivo. Puede que otros, más prudentes, hubieran vuelto y no recorrido el camino. O que las dificultades del viento, oleaje y marea hubieran hecho a muchos abandonar y no partir.

Yo me alegro de haber reaccionado bien ante las supuestas dificultades, y haberlas utilizado para llegar a destino mucho mejor de cómo partí.
En la isla medité algunas reflexiones rodeado de gaviotas argénteas de pico amarillo, teniendo la suerte de observar a  una familia de alcatraces y varias pardelas.
Mis pensamientos me llevan a mis emociones, que son positivas y hacen sentirme bien. Doy gracias por ello y me dirijo a la embarcación para iniciar el regreso. Ahora el viento sopla de popa, por atrás. ¡Que distinto!, que fácil navegación, suave, sin contratiempos, sin dificultades… El barco parece recorrer otra ruta, pero no, es la misma, a la inversa, en el otro sentido. Las olas llegan ahora por estribor y casi no levantan espuma. El agua marina ya no me moja, no me empapa, y casi no se nota el avance del barco.

Las mismas millas, la misma ruta, el mismo barco, la misma persona, pero distinto sentido. ¡Que diferentes sensaciones!

Llego pronto a puerto. Amarro en la dársena y pienso, reflexiono sobre la experiencia recién vivida…. Medito sobre lo importante que es para todos nosotros saber navegar nuestra vida, recorrer el camino, abordar positivamente las dificultades que surgen a diario, nuestras particulares circunstancias… en los 2 sentidos, en el de la ida (en este caso exigente, difícil,  pero satisfactoria), y en el de vuelta (en este caso moderada, fácil y suave).

Parto y sueño con volver a repetir la experiencia.


Jabo
http://sepositivosiempre.blogspot.com.ar/2012/02/trayecto-de-ida-y-vuelta.html 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario