Empezó con un ligero y tal vez accidental roce de dedos en los senos
de ella. Luego un abrazo y el mirarse sorprendidos.
¿Por qué ellos?
¿Qué oscuro designio los obligaba a reconocerse de pronto? Después
largas noches y soleados días en inacabable y frenética fiebre.
Cuando a ella se le notaron los síntomas del embarazo, el padre
enfurecido gritó: “Venganza”. Buscó la escopeta, llamó a su hijo y se la
entregó diciéndole:
-Lavarás con sangre la afrenta al honor de tu hermana.
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