Todas las mañanas se afanaba en dejarla reluciente, pero justo antes de terminar su tarea, volvía a encontrarse aquellas dichosas pisadas, hasta que se obsesionó, perdiendo incluso el sueño pensando sólo en atrapar al gato para darle su merecido.
Sin saber qué hacer, harto de tanta desazón, decidió ir a consultar a su maestro, quien le dijo:
- Cuando veas las huellas del gato ensuciando la sala, sencillamente vuelve a limpiarla. No son las huellas del animal las que te han perturbado tanto. Es tu propio rechazo hacia ellas el que te ha sacado de tu paz. Ese gato es tu verdadero maestro, que se te ha aparecido para que aprendas dónde está tu debilidad.
Moraleja:
Muchas veces nuestro peor enemigo es nuestro mejor maestro
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