Ustedes nunca encontrarán la felicidad
si no retan sus debilidades
y cambian desde adentro.
¿Cuál es el objetivo de la vida?
Es llegar a ser feliz.
Cualquiera que sea el país o la sociedad en la que vivan las personas,
todas
tienen el mismo profundo deseo: llegar a ser felices.
Sin embargo, existen pocos ideales tan difíciles de
comprender como el de la felicidad. En nuestra vida diaria experimentamos
constantemente la felicidad e infelicidad, pero seguimos ignorando lo que
realmente es la felicidad.
Una joven amiga mía pasó una vez un largo tiempo tratando de
determinar lo que era la felicidad, particularmente la felicidad para las
mujeres. Cuando pensó por primera vez en la felicidad, la vio como llegar a
tener seguridad financiera o casarse (la opinión de la sociedad japonesa en ese
entonces era que la felicidad para una mujer sólo se podía encontrar en el
matrimonio). Pero al ver a sus amigas casadas, se dio cuenta de que el
matrimonio no garantizaba necesariamente la felicidad. Vio parejas que se
habían amado apasionadamente, víctimas de desavenencias conyugales poco después
de haberse casado. Vio mujeres que se habían casado con hombres ricos o que
ocupaban un alto nivel social, pero que peleaban constantemente con sus
maridos.
Gradualmente, se dio cuenta de que el secreto de la
felicidad yacía en el desarrollo de un ser interno fuerte, que ninguna
tribulación o penuria pudiera afectar. Vio que la felicidad para cualquiera,
hombre o mujer, no proviene simplemente de tener una educación formal, la
riqueza o el matrimonio. Empieza con la posesión de la fortaleza para enfrentar
y conquistar nuestras propias debilidades. Sólo entonces se hace posible
disfrutar de un matrimonio exitoso y vivir una vida verdaderamente feliz.
Finalmente, mi amiga me dijo: “Ahora puedo decir con
confianza que la felicidad no se encuentra ni en el pasado ni en el futuro,
sino que existe dentro de nuestra condición de vida ahora mismo, en el
presente, mientras enfrentamos los retos de la vida diaria”.
Estoy totalmente de acuerdo. Ustedes mismos saben mejor que
nadie si están sintiendo alegría o luchando contra el sufrimiento. Estas cosas
no las saben los demás. Incluso un hombre con una gran riqueza, reconocimiento
social y muchos honores puede, no obstante, estar sumido en la oscuridad
producida por un indescriptible sufrimiento en las profundidades de su corazón.
Por otra parte, una mujer entrada en años, que no ha sido favorecida con una
situación económica holgada y vive una vida sencilla sola, puede sentir el sol
de la alegría y felicidad saliendo en su corazón cada día.
La felicidad no es una vida sin problemas, sino la fortaleza
para superar los problemas que se presenten. No existe tal cosa como una vida
libre de problemas; las dificultades son inevitables. Pero la manera en la que
experimentamos y reaccionamos a nuestros problemas depende de nosotros.
El budismo enseña que cada uno de nosotros es responsable de
su propia felicidad o infelicidad. Nuestra vitalidad, la cantidad de energía o
“fuerza vital” que tenemos, es el factor individual más importante para
determinar si somos o no felices.
La verdadera felicidad ha de hallarse adentro, en la
condición de nuestros corazones. No existe al otro lado de alguna distante
montaña. Está dentro de ustedes, de ustedes mismos. Sin importar cuántas veces
lo intenten, nunca podrán huir de ustedes mismos. Y si son débiles, el
sufrimiento los perseguirá dondequiera que vayan. Nunca encontrarán la
felicidad si no retan sus debilidades y cambian desde adentro. La felicidad ha
de encontrarse en el dinamismo y la energía de nuestra propia vida, mientras
luchan para superar un obstáculo tras otro. Por esto creo que una persona
activa y valiente es verdaderamente feliz.
Los retos que enfrentamos en la vida se pueden comparar con
una alta montaña, que se levanta ante un alpinista. Para alguien que no se ha
entrenado apropiadamente, cuyos músculos y reflejos son débiles y lentos, cada
pulgada de la escalada estará llena de terror y dolor. Sin embargo, la misma
escalada será un viaje emocionante para alguien que esté preparado, cuyas
piernas y brazos hayan sido fortalecidos por el constante entrenamiento. Con
cada paso que dé hacia delante y hacia arriba, aparecerán bellos y nuevos
paisajes.
Mi maestro solía hablar de dos tipos de felicidad, la
felicidad “relativa” y la “absoluta”. La felicidad relativa es la felicidad que
depende de las cosas que están fuera de ustedes mismos: los amigos y la
familia, el ambiente, el tamaño de su casa o el ingreso familiar. Es esto lo
que sentimos cuando se satisface un deseo o se logra algo que anhelábamos.
Aunque la felicidad que nos traen tales cosas es ciertamente real, el hecho es
que nada de esto dura para siempre. Las cosas cambian. Las personas cambian.
Este tipo de felicidad se hace añicos fácilmente cuando las condiciones
externas se alteran.
La felicidad relativa se basa también en la comparación con
los demás. Puede que sintamos este tipo de felicidad por tener una casa más
nueva o grande que la de los vecinos. ¡Pero este sentimiento se convertirá en
desdicha tan pronto como ellos empiecen a hacer nuevas ampliaciones a la suya!
Por otra parte, la felicidad absoluta es algo que debemos
encontrar adentro. Significa establecer una condición de vida en la que nunca
seamos derrotados por las tribulaciones y en la que el sólo hecho de estar
vivos es una fuente de gran alegría. Esta persiste sin importar lo que nos
falte o suceda a nuestro alrededor. Una profunda sensación de alegría es algo
que sólo puede existir en lo más profundo de nuestra vida y no puede ser
destruida por ninguna fuerza externa. Es eterna e inagotable.
Este tipo de satisfacción ha de hallarse en el esfuerzo
consistente y repetido, de manera que podamos decir: “Hoy, otra vez, hice todo
lo posible. Hoy, otra vez, no tuve remordimientos. Hoy, otra vez, triunfé”. El
resultado acumulado de dichos esfuerzos es una vida de gran victoria.
No debemos compararnos con los demás. Debemos comparar
quiénes somos hoy con quiénes fuimos ayer, quiénes somos hoy con quiénes
seremos mañana. Aunque esto parece ser sencillo y obvio, la verdadera felicidad
se halla en una vida de constante avance. Y las mismas preocupaciones que
podrían habernos hecho desdichados pueden, en realidad, ser una fuete de
crecimiento cuando las abordamos con coraje y sabiduría.
Una amiga cuya dramática vida demostró esto era Natalia
Satz, quien fundó el primer teatro para niños de Moscú. En los años treinta,
ella y su marido fueron señalados por la policía secreta de la Unión Soviética.
Aun cuando no eran culpables de crimen alguno, su marido fue arrestado y
ejecutado y ella fue enviada a un campo de prisioneros en las heladas
profundidades de Siberia. Después que se recuperó del impacto inicial, empezó a
considerar su situación, no con desesperación sino buscando las oportunidades.
Se dio cuenta de que muchos de sus compañeros prisioneros
tenían habilidades y talentos especiales. Empezó a organizar una “universidad”,
incitando a los prisioneros a compartir sus conocimientos. “Usted, usted es un
científico. Enséñenos ciencia. Usted es un artista. Háblenos del arte”. De esta
manera, el aburrimiento y terror del campo de prisioneros fueron transformados
en la alegría del aprendizaje y la enseñanza. Finalmente, ella incluso hizo uso
de sus propios y únicos talentos para organizar un grupo teatral.
Sobrevivió los cinco años de la sentencia a prisión y dedicó
el resto de su vida a crear un teatro para niños. Cuando nos encontramos por
primera vez en Moscú en 1981, ya tenía más de ochenta años. Era tan radiante y
animada como una joven muchacha. Su sonrisa era la sonrisa de alguien que había
vencido las penurias de la vida.
El suyo es el tipo de espíritu que yo tenía en mente cuando
escribí el siguiente poema sobre la “Felicidad”:
Una persona con un corazón vasto es feliz.
Tal persona vive con un espíritu amplio
y generoso.
Una persona con una voluntad fuerte es feliz.
Tal persona puede disfrutar con confianza de la vida,
sin ser derrotada jamás por el sufrimiento.
Una persona con un espíritu profundo es feliz.
Tal persona puede saborear las profundidades de la vida
mientras crea significado y valor
que durarán por siempre.
Una persona con una mente pura es feliz.
Tal persona está siempre rodeada por
las refrescantes brisas de la alegría.
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