Maestro, vengo por mi lección diaria de Zen.
-Dime algo, al venir ¿Viste ese árbol frondoso
a la vera del camino y ese nido colgando
en la segunda rama más alta?
-...el ábol lo vi, Maestro, pereo no el nido.
-¿Y te fijaste que al tronco le falta un pedazo de corteza?
-No Maestro, no me fijé.
-Bueno hijo, ésa era tu lección.
¿Cómo puedes vivir y caminar sin atención?
¿Tú vives o solamente respiras?
Todo acto del vivir puede ser un ejercicio del Zen,
si es que estas despierto.
Por ejemplo, vas a tu jardín
y tomas una hermosa flor y admiras su belleza, la armonía
de sus pétalos, su color, su forma, su suave textura, su aroma...
-Comprendo Maestro, ¿eso es practicar el Zen?
-No. La esencia de lo que acabas de hacer es que has
segado una vida para satisfacer una exigencia innecesaria de tu ego;
el darte cuenta de ello, eso es Zen.
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