Nanzenji 南禅寺 |
Hace algunos años, unos científicos realizaron un experimento en el que medían la actividad cerebral de un grupo personas entre las que había algunos monjes Zen.
Les pidieron que se relajaran y a continuación los sometieron a un estímulo repetitivo:
el tic tac de un reloj bastante sonoro.
Las pruebas señalaron que mientras las personas normales dejaban de reaccionar al tic tac al cabo de unos segundos, los monjes seguían registrándolo mentalmente.
Sicólogos y periodistas no supieron muy bien cómo interpretarlo, aunque es un experimento que se hizo muy famoso.
La cuestión es simple:
los monjes budistas se fijaban en sus vidas presentes.
Si de verdad te fijas en tu vida, esa vida ordinaria y aburrida, descubrirás algo absolutamente maravilloso:
Nuestras vidas "sin sentido" están llenas de motivos para la alegría.
Y no necesitas hacer nada para experimentar esa felicidad.
La gente cree que necesita experiencias extremas.
Y es verdad que a veces las experiencias brutales y extremas nos conducen, aunque no sea más que por un instante, a un estado de iluminación.
Por eso buscamos experiencias de este tipo.
Ahora bien, el efecto desaparece y te quedas ahí, con cara de bobo, hasta el próximo subidón.
Lo que hay que entender es que no hacen falta drogas, dinamitar edificios o ganar una carrera de Formula Uno.
No hace falta tirarse en parapente o seducir a la secretaria del jefe.
No hace falta tener visiones en las que uno se funde con el universo.
Basta con ser el que eres, con estar donde estás.
Saca a pasear al perro, haz tu trabajo, esa es la magia pura.
Si de verdad quieres fundirte con Dios o con quien creas, esa es la forma de hacerlo.
Este preciso instante...estás sentado.
Ese momento es pura iluminación.
Ese momento nunca ha sucedido antes y no volverá más.
Una vez pasado, desaparece para siempre.
Ese momento eres tú, ese momento es la unión, la fusión entre uno y el universo.
Siéntate y calla
Brad Warner
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