El mismo día que murió Alejandro, seguramente de malaria,
falleció el sabio Diógenes, tal vez de ancianidad.
Uno lo hizo sin haber encontrado la paz interior, a pesar de
haber conquistado medio mundo; el otro lo hizo habiendo hallado hacía ya mucho
tiempo el sosiego del espíritu, a pesar de que su única pertenencia era un
miserable tonel.
Como los dos murieron el mismo día, cuando estaban cruzando
el río Caronte, se encontraron.
Diógenes, con cierta ironía, preguntó:
-Señor, ¿encontraste la paz interior?
-No, empleé tanto tiempo en conquistas que viví atormentado
y no tuve tiempo para trabajar por mi paz interior -dijo Alejandro.
-Y ya ves -agregó el sabio del tonel-, tú dueño de medio
mundo y yo sólo de un tonel, y sin embargo, amigo, los dos vamos desnudos, tal
como nacimos.
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