Cuando
una zorra mata a una coneja, esta realidad para las crías de la coneja que
padecerán hambre por la falta de su madre proveedora; es una circunstancia muy
desfavorable.
Pero,
para los hambrientos cachorros del zorro que comen la coneja que su madre les
ha traído, esta misma acción es indiscutiblemente buena.
En
realidad, la acción no es buena ni mala.
Simplemente es.
Simplemente es.
La
realidad también es malinterpretada ya que tanto el observador como lo que está
siendo observado, se encuentran en continuo cambio.
No hay un momento preciso en que un capullo se convierta en flor, o una flor en fruto, o un fruto en semilla, o una semilla en un árbol en ciernes.
No hay un momento preciso en que un capullo se convierta en flor, o una flor en fruto, o un fruto en semilla, o una semilla en un árbol en ciernes.
Todos
estos cambios son sutiles y continuos.
No
podemos pisar el mismo río dos veces porque el agua está continuamente en
movimiento.
Tampoco
nosotros somos la misma persona de un minuto para otro.
Constantemente
adquirimos nueva información y nuevas experiencias, y simultáneamente olvidamos
la vieja información y las viejas experiencias.
Ayer
podíamos recordar lo que cenamos la noche pasada; mañana quizás no tendremos el
privilegio de recordar ese menú, a no ser que fuera un suntuoso banquete... o
si siempre comemos lo mismo y podemos decir con seguridad, "Fue arroz y
tofu".
La
ilusión de la vida es la opuesta a la ilusión del cine.
En
el cine una serie de imágenes individuales son pasadas juntas para formar una
ilusión de movimiento continuo.
En
la vida, cortamos un movimiento continuo, aislando y congelando una imagen, y
entonces la nombramos y etiquetamos como si fuera una acción u objeto
independiente.
No
siempre etiquetamos el momento en el acto.
¿Qué es una mujer joven?
¿Qué es una mujer joven?
Si
un hombre tiene noventa años, con seguridad muchas serán mujeres jóvenes.
Todo
es relativo...
Bien, ahora podemos tener una idea más clara de porqué nuestro pequeño yo interpreta erróneamente la realidad.
No obstante seguimos preguntándonos por qué tenemos tantas trabas con "nuestro yo"...
La respuesta es: simplemente porque somos seres humanos.
Bien, ahora podemos tener una idea más clara de porqué nuestro pequeño yo interpreta erróneamente la realidad.
No obstante seguimos preguntándonos por qué tenemos tantas trabas con "nuestro yo"...
La respuesta es: simplemente porque somos seres humanos.
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