Imagen original: Abel Cruz |
Un día un hombre joven se situó en el centro de un poblado y
proclamó que él poseía el corazón más hermoso de toda la comarca.
Una gran multitud se congregó a su alrededor y todos
admiraron y confirmaron que su corazón era perfecto, pues no se observaban en
el ni máculas ni rasguños.
-Sí. Coincidieron todos que era el corazón más hermoso que
hubieran visto.
Al verse admirado el joven se sintió más orgulloso aún, y
con mayor fervor aseguró poseer el corazón más hermoso de todo el vasto lugar.
De pronto un anciano se acercó y dijo:
-¿Porqué dice eso, si tu corazón no es ni, aproximadamente,
tan hermoso como el mío?
Sorprendidos la multitud y el joven miraron el corazón del
viejo y vieron que, si bien latía vigorosamente, éste estaba cubierto de
cicatrices y hasta había zonas donde faltaban trozos y éstos habían sido
reemplazados por otros que no encastraban perfectamente en el lugar, pues se
veían bordes y aristas irregulares en su derredor.
Es más, había lugares con huecos, donde faltaban trozos
profundos.
La mirada de la gente se sobrecogió:
- ¿Cómo puede él decir que su corazón es más hermoso?,
pensaron ...
El joven contempló el corazón del anciano y al ver su estado
desgarbado, se echó a reír. -Debes estar bromeando, dijo.
-Compara tu corazón con el mío... El mío es perfecto. En
cambio el tuyo es un conjunto de cicatrices y dolor.
-Es cierto. Dijo el anciano.
-Tu corazón luce perfecto, pero yo jamás me involucraría
contigo...
-Mira, cada cicatriz representa una persona a la cual entregué
todo mi amor.
-Arranqué trozos de mi corazón para entregárselos a cada uno
de aquellos que he amado.
-Muchos a su vez, me han obsequiado un trozo del suyo, que
he colocado en el lugar que quedó abierto.
-Como las piezas no eran iguales, quedaron los bordes por
los cuales me alegro, porque al poseerlos me recuerdan el amor que hemos
compartido.
-Hubo oportunidades, en las cuales entregué un trozo de mi
corazón a alguien, pero esa persona no me ofreció un poco del suyo a cambio. De
ahí quedaron los huecos -dar amor es arriesgar-, pero a pesar del dolor que
esas heridas me producen al haber quedado abiertas, me recuerdan que los sigo
amando y alimentan la esperanza, que algún día -tal vez- regresen y llenen el
vacío que han dejado en mi corazón.
-¿Comprendes ahora lo que es verdaderamente hermoso?
El joven permaneció en silencio, lágrimas corrían por sus
mejillas. Se acercó al anciano, arrancó un trozo de su hermoso y joven corazón
y se lo ofreció.
El anciano lo recibió y lo colocó en su corazón, luego a su vez
arrancó un trozo del suyo ya viejo y maltrecho y con él tapó la herida abierta
del joven.
La pieza se amoldó, pero no a la perfección.
Al no haber sido idénticos los trozos, se notaban los
bordes.
El joven miró su corazón que ya no era perfecto, pero lucía
mucho más hermoso que antes, porque el amor del anciano fluía en su interior.
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