El problema empieza cuando
tomas sentido de pertenencia.
Nada te pertenece.
Incluso tu propia vida.
Estás destinado a servir,
vivir, ser, estar.
Más no poseer.
Disfrutas del viento, el
agua, el fuego, el amor, la risa, el sabor, la textura, la compañía. Más no te
pertenece.
Estás aquí para
disfrutarlo, pero no es tuyo.
No lleva tu nombre y
aunque lo llevara no te garantiza sentido de pertenencia.
Debes aprender a ser uno.
Uno solo.
Uno en un mundo.
Uno que en compañía y en
soledad es feliz.
Uno que vino a aprender.
Uno que vino a soñar, que
vino a tener para dar.
Y cuando da se transforma
en un todo, pero nunca deja de ser uno.
Cuando empiezas a querer
poseer y te hace feliz que sea tuyo.
Cuando piensas que por ley
te corresponde, que ese alguien o algo te pertenece.
Desde ese momento pierdes
la libertad y la tranquilidad de tu ser.
Pues un ser posesivo es el
fiel reflejo de un Alma vacía e insegura.
Da, deja, suelta, desapega, despide, olvida,
comparte, aléjate, libera...
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