Uno debe sentirse agradecido por esa maleza de la mente, porque
finalmente contribuye a fortalecer la práctica.
Cuando el despertador suena por la mañana temprano y uno se levanta, es posible que no se sienta muy contento.
Cuando el despertador suena por la mañana temprano y uno se levanta, es posible que no se sienta muy contento.
No es atractivo ir a sentarse, y aún después de llegar al zendo y de
empezar el zazén uno tiene que cobrar ánimos para tomar la buena 'postura'.
Esto no es más que el efecto de las olas de la mente.
En el zazén puro no
debe haber olas en la mente.
Mientras se está sentado estas olas irán disminuyendo y el esfuerzo se convertirá en un sentimiento sutil.
Suele decirse:
Mientras se está sentado estas olas irán disminuyendo y el esfuerzo se convertirá en un sentimiento sutil.
Suele decirse:
‘Al arrancar la mala hierba le damos alimento a la planta’.
La arrancamos y la enterramos
junto a la planta para alimentarla, por lo tanto, aunque se tenga cierta
dificultad en la práctica, aunque se sientan algunas olas mientras se está
sentado, esas mismas olas representan una ayuda.
De modo que no hay razón de preocuparse por la mente.
Más bien, uno debe sentirse agradecido por estas malas hierbas que finalmente contribuyen a fortalecer la práctica.
Más bien, uno debe sentirse agradecido por estas malas hierbas que finalmente contribuyen a fortalecer la práctica.
Cuando se adquiere cierta experiencia acerca de las formas en que esa
maleza acaba por convertirse en alimento mental, la práctica progresará
notablemente.
Se notará el progreso.
Se sentirá cómo se convierte en autoalimentación.
Desde ya, no es muy difícil dar algún significado filosófico o
psicológico a nuestra práctica, pero eso no basta.
Verdaderamente, hay que experimentar la manera en que la maleza se convierte en alimento.
Verdaderamente, hay que experimentar la manera en que la maleza se convierte en alimento.
Shunryu Suzuki Roshi