A la orilla de un río, un roble fue derribado por una
tormenta y, arrastrado por la corriente, una de sus ramas se encontró con un
junco crecido en un juncal cerca de la ribera.
El impacto produjo un gran
desconcierto en el roble que no pudo evitar preguntarle al junco cómo había
logrado mantenerse sano y salvo, en medio de una tempestad que, por su furia,
incluso había sido capaz de arrancar de raíz un roble.
El porqué, dijo el
junco, consiste en que yo logro mi seguridad mediante una habilidad opuesta a
la tuya: en vez de permanecer inflexible y testarudo, me adapto ante las
ráfagas del viento y no sucumbo.
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