Hasta el fin de sus días Perseo vivió en la creencia de que
era un héroe porque había matado a la Gorgona, a aquella mujer terrible cuya
mirada, si se cruzaba con la de un mortal, convertía
a éste en una estatua de piedra.
Pobre tonto.
Lo que ocurrió fue que Medusa, en
cuanto lo vio de lejos, se enamoró de él. Nunca le había sucedido antes.
Todos
los que, atraídos por su belleza, se habían acercado y la habían mirado en los
ojos, quedaron petrificados.
Pero ahora Medusa, enamorada a su vez, decidió
salvar a Perseo de la petrificación.
Lo quería vivo, ardiente y frágil, aún al
precio de no poder mirarlo.
Bajó, pues, los párpados. Funesto error el de esta
Gorgona de ojos cerrados: Perseo se aproximará y le cortará la cabeza.
-MARCO DENEVI-
"Falsificaciones"
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