domingo, 10 de mayo de 2015

El Niño De Corazón.












En el monte Heber; un monte que existe solo en sueños, ubicado entre el pueblo y la montaña del Dios Torquián, es donde da comienzo esta historia.
Un niño de corazón vagaba solo entre la espesa niebla del monte Heber.
Buscaba un destino que lo abrazara y lo mimara para siempre.
Una historia para contar, para existir, para recordar, para inmortalizar.
Pronto, tuvo la idea de escalar la montaña perdida del Dios Torquián.
La más temida por todas las razas.
Cuando el niño descendió del monte Heber, para contar lo que pretendía hacer, muchos fueron los que le dijeron que tal obra no tenía fundamento y que se trataba de una locura.
Pero el niño de corazón solo quería seguir los pasos que dejaban sus sentidos.
Una mañana, la más fría, ya no logró contenerse.
Atravesó el monte Heber con destino a la montaña perdida del Dios Torquián.
Comenzó a escalar con gran esfuerzo.
Algunos de lengua fácil solían comentar mientras lograban ver al niño escalar:
-¡Que triste! ¡Pobre niño de corazón, semejante esfuerzo hacia la nada! ¡Qué manera de derribar el tiempo! ¿Qué es lo que buscará?-.
El niño de corazón fue perdido de vista al poco tiempo.
Y por largo tiempo no se supo nada.
Algunos viajeros que estaban de paso contaban la historia de un niño que había hallado su mundo, siendo muy feliz en él.
Al escuchar esto algunos creyeron que la montaña estaba bendita.
Ya sin miedo tomaron sus pertenencias y partieron en busca de esa felicidad.
Pero volvían desilusionados, defraudados.
Algunos comentaban que el niño de corazón estaba loco.
Otros, que la montaña solo fue hecha para él.
Lo único cierto, es que de vez en cuando, algunos se tomaron la costumbre de visitarlo cada tanto.
Querían escuchar sus historias, y hasta descendían contagiados por la magia del lugar.
Montaña que ya no era del Dios Torquián, sino, del niño de corazón.





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