El viejo
sabio salía del agua chorreando y sus discípulos, sentados en la orilla, reían,
burlándose de él porque le habían visto tropezar en las piedras y caer al río.
El sabio les
miraba con semblante severo, parecía enojado, lo que hizo redoblar las risas.
Le vieron desnudarse,
encender un fuego y poner su ropa a secar.
Para aquellos
jóvenes, que seguían las enseñanzas de su maestro cada día, verle caer en el agua
había sido una revelación.
Sin decir
una palabra, el sabio volvió a ponerse la ropa en cuanto estuvo seca y, siempre
en silencio, saltó al río y lo cruzó, haciendo signos a sus discípulos de que
le siguiesen.
¿Qué tenían
que hacer? ¿Iba el maestro, según su costumbre, a enseñarles una lección profunda?
Cada uno de
ellos a su vez saltó al agua y llegó a la otra orilla.
Entonces el
sabio les preguntó sonriendo:
-¿Quién es más estúpido, el que tropieza o el que no hace más que seguir?
-¿Quién es más estúpido, el que tropieza o el que no hace más que seguir?
Fun Chang
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