Hace mucho tiempo vivió un derviche al que, por el
inmenso amor que le tenía a Jesús, solían confundirle con un cristiano.
Así, en cierta ocasión, un joven musulmán muy engreído
se le acercó y le dijo:
- Tengo dos perlas de sabiduría que, si las recitas, se
te abrirán todas las puertas del cielo y los ángeles bajarán para servirte.
El derviche, intuyendo lo que estaba pasando, se
encogió de hombros y el muchacho le ordenó
- Repite conmigo; No hay más dios que Dios y Muhammad
es su Profeta.
El sufí obedeció sin rechistar repitiendo la letanía,
después se quedó mirando al cielo como abstraído hasta que el joven, sin
comprender nada, le preguntó:
- ¿Pero qué haces ahora?
– Estoy esperando ver bajar a los ángeles que me has
prometido, pero como veo que tardan, permíteme que, entre tanto, te ofrezca yo
otras dos perlas que, si las cumples, igualmente podrán abrírsete las puertas
del cielo y no te faltará la compañía de los ángeles.
El joven, sin decir palabra, sacudió la cabeza y
entonces el derviche dijo:
- Ya que me has confundido con un cristiano, como
cristiano te contesto. ¡Ama a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti
mismo! ¿Serás capaz de hacerlo?
Mientras el joven balbuceaba, el derviche continuó:
- Anda, deja ya de prometer lo que no tienes y de
vanagloriarte de lo que no sabes. Mientras no ames, no conocerás a Dios, ni
caminarás en la compañía de los ángeles, ni harás otra cosa que repetir
palabras que has vaciado de significado. Da de comer al hambriento, de beber al
sediento y socorre al necesitado; en ellos mora la Presencia de Dios, todo lo
demás que tú crees tan importante son como notas a pie de página.
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