En cierta ocasión, a los asistentes a un seminario, el orador les propuso
la siguiente actividad:
Les dio a cada uno un globo y un rotulador y les pidió que escribieran su
nombre en el globo.
Cuando todos los globos estuvieron escritos los agruparon y los soltaron
en una habitación contigua.
Después, el orador invitó a los asistentes a pasar a dicha habitación y
les dio 5 minutos para que cada uno buscara su propio globo.
Todo el mundo se puso a buscar frenéticamente su globo pero chocaban
entre sí, se empujaban unos a otros y en aquél caos era imposible encontrar
nada.
Al final de los 5 minutos, el orador les pidió que salieran de la
habitación de los globos y pidió que cada persona, de una en una, fuera pasando
a la habitación de los globos, cogiera uno al azar, leyera el nombre escrito y
le diera el globo a la persona a la que pertenecía.
En muy poco tiempo cada persona tuvo en su poder su propio globo.
Entonces el orador les comentó lo siguiente:
Todo el mundo anda buscando desesperadamente la felicidad a su alrededor,
sin saber dónde está e ignorando la de los demás.
Pero nuestra felicidad reside en la felicidad de otras personas. Haz
feliz a los demás y encontrarás tu propia felicidad.
Ese es el propósito de la vida humana, la búsqueda de la propia felicidad
en la felicidad de los demás.
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