Para los celtas, dos
seres que se aman profunda e incondicionalmente son
aquellos que nacieron de un alma única, y se separaron por orden de las deidades celtas en los
comienzos de la vida para así seguir dividiéndose y poblar al mundo de almas.
Así, de un alma nacieron dos, de esas dos cuatro de esas cuatro dieciséis y así
sucesivamente.
A dos almas que nacieron de una, se las llaman “Almas gemelas”.
Dice la leyenda, que las almas que se desprenden siente el dolor del
desarraigo y la pena pues esas almas nacieron juntas y aprendieron a amarse:
sin embargo esa pena no es en vano ya que las diosas de la vida celta les
enseñan así a superar los escollos a lo largo de la historia en la tierra.
Cada alma separada aprende su camino por si sola y dependerá de ella
absorber las enseñanza más tarde o más temprano.
Cuanto más aprenda,
experimente y crezca un alma, más cerca de la divinidad estará, más cerca de
Dios.
Pero también se cuenta, que las almas gemelas en cada vida que pasan por
la tierra, se buscan para encontrarse y ver si aprendieron lo suficiente como
para merecer vivir nuevamente juntas.
A veces se encuentran efímeramente en un
instante de una vida, casi desapercibidamente dejando enseñanzas para ambos que
puede valorarse más adelante en cada una de sus vidas particulares.
Otras se
quedan unidas definitivamente siendo el estado ideal para las almas y en otras
ocasiones pueden no encontrarse en una vida o en varias.
Todo depende de lo que
aprendió cada alma, pues todo sirve. Además, todo esto escapa de la conciencia
del ser humano.
De todas maneras, para el celta existe una manera muy sutil de descubrir
si encuentra a su alma gemela: Se dice que a los ojos del alma noble, del que
sabe ver con amor, vislumbra una llama azulada violácea sobre el hombro
izquierdo de su alma gemela, del lado del corazón.
Solo verá esa llama en la
persona de su alma gemela y no en ninguna otra y solo lo encontrará una sola
vez en una vida.”
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