Había una vez un niñito que tenia muy mal
carácter. Un día, su padre le dio una bolsa de clavos, y le dijo que cada vez
que estuviera por perder el juicio, clavara uno en el cerco del fondo.
El primer día, el niño clavo 37 clavitos, el
segundo solo 30 y así sucesivamente fue disminuyendo.
El niño descubrió que le era mas sencillo
controlar su temperamento, que ir al fondo a clavar un clavito cada vez que se
enojaba.
Finalmente llego el día, en que el niño no
perdió mas el juicio y pudo controlarse.
Cuando se lo dijo a su padre, el mismo le
sugirió que por cada día que pasase sin perder el control, fuera al fondo y
sacara uno de los clavitos que había clavado.
Los días pasaron y finalmente el niño le pudo
decir a su padre que ya no habían mas clavitos en el cerco. Fue entonces que el
padre llevo al niño hasta la cerca y le dijo:
"Has hecho muy bien hijo, pero mira todos
los agujeritos que quedaron en la cerca" .
Esta nunca será la misma que antes. Cuando
dices cosas enojado, esas palabras dejan cicatrices iguales a estos agujeritos.
Tu puedes poner un cuchillo en un hombre y sacarlo, que no importa cuantas
veces te disculpes, la cicatriz siempre estará allí.
Una ofensa verbal
es tan dañina como una ofensa física.
Los amigos son una joya muy cara.
ResponderBorrarTe hacen sonreír y te alientan a progresar.
Te brindan un oído, y comparten sus palabras y siempre
están dispuestos a abrir sus corazones hacía nosotros.