sábado, 1 de febrero de 2014

Si Quieres Ver, Mira Directamente Y Enseguida.

Dōgo tenía un discípulo llamado Sōshin.
Cuando Sōshin fue aceptado como novicio era natural que esperara recibir grandes lecciones de su maestro al modo tradicional, como cualquier muchacho recibiría sus lecciones en la escuela.
Pero Dōgo no impartió ninguna clase a su nuevo pupilo, ni tampoco le aleccionó verbalmente sobre nada.
Esto desconcertó y confundió a Sōshin.
Un día, el discípulo habló a su maestro:
-Ya llevo un tiempo aquí, pero desde que llegué no me ha transmitido ni una sola palabra sobre la esencia de la enseñanza del zen.
Dōgo respondió:
-Desde tu llegado no he dejado de darte lecciones sobre zen.
-¿Qué clase de lecciones han sido esas? –le preguntó.
-Cuando por la mañana me traes un té, lo bebo; cuando me sirves una comida la acepto; cuando me haces una reverencia te respondo con una inclinación de cabeza. ¿Qué otra cosa esperas que te enseñe sobre la disciplina del zen?
Sōshin bajó la cabeza un momento, tratando de desentrañar la sabiduría de tan extrañas palabras.
Hasta que su maestro añadió:
-Si quieres ver, mira directamente y enseguida.
Cuando empiezas a pensar, dejas de comprender. 



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