jueves, 18 de septiembre de 2014

Valor



Al principio no hay diferencia entre la persona valiente y la cobarde.

Las dos tienen miedo.

La diferencia es, que la cobarde escucha sus miedos y se guía por ellos, mientras que la persona valiente los deja a un lado y sigue hacia delante.

Los miedos están ahí y los conoce, pero la persona valiente avanza hacia lo desconocido a pesar de todos los miedos.

Valentía no significa ausencia de miedo, sino avanzar hacia lo desconocido a pesar de todos los miedos.

Cuando te mueves en un mar desconocido, como hizo Colon, hay miedo, un miedo inmenso, porque uno nunca sabe lo que va a ocurrir y estás abandonando la seguridad de la orilla.

Estabas perfectamente bien, por un lado, solo echabas de menos una cosa – LA AVENTURA.

Viajar hacia lo desconocido es excitante.

El corazón comienza a palpitar de nuevo; estás vivo, totalmente vivo.

Cada fibra de tu ser está viva porque tú has aceptado el reto de lo desconocido.

Aceptar el reto a lo desconocido requiere valentía.

Los miedos  están ahí, pero si sigues adelante aceptando el reto una y otra vez, poco a poco estos miedos desaparecerán.

La alegría que te trae lo desconocido, el éxtasis que se produce ante lo desconocido, te hace suficientemente fuerte, te da una cierta integridad, hace tu inteligencia más aguda.

Comienzas a sentir que la vida no es aburrida.

La vida es una aventura.

Poco a poco los miedos desaparecen y tú continúas buscando y explorando nuevas aventuras.

Valentía es  arriesgar lo conocido a costa de lo desconocido, lo familiar por lo no familiar, la comodidad por la incomodidad del duro peregrinaje hacia un destino desconocido.

Uno nunca sabe si será capaz de llegar o no.

Es un riesgo, pero solo los que se arriesgan saben qué es vivir.



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