Los rayos
del sol descienden por la ladera de la montaña hasta tocar la tierra, Dios aún
me quiere.
El viento
trae el perfume del bosque, el dulce néctar de los mágicos claros donde se
esconden los Círculos de Hadas.
Todavía se
oye el canto de algún grillo despistado, las chicharras, sin embargo, han
entrado ya en los dominios de Morfeo mientras las hormigas comienzan a
trabajar.
Si prestas
atención podrás, como Jacob, ver a los ángeles subiendo y bajando por la
escalera del cielo trayendo mensajes del Señor, Dios aún nos quiere. Una suave
brisa acaricia mi cuerpo sentado en postura de meditación.
Mi mente,
como el día, se ha llenado de luz, dejando atrás la estela de la noche.
Junto a mí
se oye el rumor del agua pasar entre las rocas del riachuelo mientras las ranas
comienzan a afinar su melodía.
¡Hay tanta
paz y serenidad en este lugar!
Es tan
diferente del mundo en que vivimos.
La
corriente, como la vida, pasa sin detenerse jamás.
Fluye en un
continuo presente que cambia constantemente sin dejarse atrapar por el pasado o
por lo que vendrá.
Alguien
dijo una vez que jamás podríamos bañarnos dos veces en el mismo río porque el
río nunca se detuvo a esperar los frutos de sus obras.
Por tanto,
el río nunca fue tal, sino tan solo un trozo de océano que salió a pasear por
cielo, haciéndose nube, que cayó después a la tierra, haciéndose río, hasta
regresar de nuevo a su lugar.
Como él, yo
me siento parte de Dios que, por curiosidad, ha querido vivir una experiencia
humana.
Los pajarillos
trinan a mi alrededor entonando lo que parece ser una canción de Amor.
Todo está
en calma.
Allá, a los
lejos, me espera el ancho Mar.
Dios
siempre me querrá."
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