Querido Humano: Entendiste mal.
No viniste aquí a dominar el amor incondicional.
De ahí es de dónde vienes y ahí es a donde volverás.
Viniste aquí a experimentar el amor personal.
El amor complicado.
El amor sudoroso.
El amor alocado.
El amor roto.
El amor entero.
Impregnado de divinidad.
Vivido por la gracia de las caídas.
No viniste aquí para ser perfecto.
Ya lo eres.
Viniste aquí para ser hermosamente humano.
Defectuoso y fabuloso.
Y luego para levantarte nuevamente y recordarlo.
Pero, ¿amor incondicional?
Deja de contar esa historia.
El amor, en realidad, no necesita ningún adjetivo.
No requiere de modificadores.
No requiere la condición de perfección.
Sólo pide que te muestres.
Y que lo hagas lo mejor que puedas.
Que permanezcas presente y sientas plenamente.
Que brilles y vueles y te rías y llores, te hieras y sanes, te caigas y te levantes, y juegues, y trabajes, y vivas, y mueras como eres.
Es suficiente.
Es mucho.
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