Había una persona muriendo de hambre.
Mientras tanto, las personas se congregaban alrededor del hambriento discutiendo sí era verdad o mentira, si alguien le pagaba para que se muera de hambre, si la esposa le había cerrado la puerta de la casa y no le pasaba la manutención, si el perro (encontrando la puerta abierta de la heladera) se comió todo, si la culpa era del gobierno o de los agentes externos o de los traidores internos, si el tipo era un vago o había trabajado toda su vida y lo mataba la inflación o era un jubilado con la mínima.
Pasaron las horas e incluso los días.
La discusión iba creciendo.
Llegaron los medios.
El hombre, cada vez con menos potencia de voz, pedía comida.
Hasta que murió.
En ese momento, tanto los medios como los curiosos y las personas que habían hecho una posición a partir de este hombre hambriento se dispersaron en democrática y ordenada salida...
Gustavo Volpin, a la sombra de Bertolt Brecht.
Tomado de la red.
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