Desedúcate, sé humilde, sé simple.
Inclínate ante la grandeza de una flor, de una nube, de un insecto.
No seas nada.
No seas nadie.
Sé literalmente una nada.
Y cuando estés completamente vacío, el recipiente se puede llenar de todo lo que realmente sos de verdad.
¿Quién puede herir a un ego que ya está vacío?
En ese momento ya sos invencible, ilimitado, eterno...
Nikos Kazantzakis
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