Por
exigencias del protocolo, un rey que tiranizaba sin piedad al pueblo, tenía que
salir de su fortaleza en una carroza de oro, recorrer la Avenida Central hasta
el parque donde lo esperaba su ejército y rendir honores a la bandera.
Era tanto el descontento que su régimen rapaz había sembrado, que el tirano temía ser asesinado.
Era tanto el descontento que su régimen rapaz había sembrado, que el tirano temía ser asesinado.
Sus secuaces tomaron todas las precauciones imaginables:
Él fue
cubierto con una malla de acero; la carroza, rodeada por lanceros montados a
caballo; el camino, bordeado por espadachines para impedir que la multitud se
acercara al vehículo dorado.
En los techos y ventanas distribuyeron miles de
arqueros prestos a lanzar sus flechas al menor movimiento sospechoso.
Cerraron
las vías de acceso y sólo dejaron entrar ciudadanos que habían sido celosamente
registrados.
Para rematar estas cautelas, colocaron escudos en el carruaje y un
techo protector…
¡Comenzó el desfile!
La gente, aterrada por tantas armas, no
osaba mover un dedo…
El hijo de un guardián, sentado junto a su padre, jugaba a
las canicas mientras éste vigilaba a los espectadores.
El niño, al ver esa
brillante y poderosa carroza de oro, se asustó tanto que soltó una de sus
bolitas.
Esta rodó por entre los cascos de los caballos y fue a dar justo
debajo de una rueda que, al pasar sobre ella, rebotó y se salió de su eje,
provocando que el carro se volcara y que el tirano pereciera, aplastado bajo el
peso del oro, de los escudos y del techo protector.
Muchos poderosos han caído por
descuidar un detalle. A veces los gobiernos, preocupados por solucionar
grandes y urgentes crisis, desdeñan prestar atención a cosas que consideran
mínimas; pero estos pequeños problemas sin solución van sembrando un
descontento que, al menor abono por parte de los enemigos del régimen,
germina por convertirse en una revuelta… También, en el trabajo espiritual,
grandes “tomas de conciencia” poco significan si no se han eliminado vicios
del carácter y hábitos que son el detalle que echará abajo el progreso.
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Alejandro
Jodorowsky
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