Me
contaron que hace algún tiempo una chica soñó con poder escalar el Everest, por
lo que estuvo entrenándose toda su vida.
Así,
revestida con esa ilusión, hipotecó todo lo que tenía, viajó hasta Nepal y se
preparó para el ascenso.
No
obstante, cuando ya faltaban pocos metros para llegar a la cima, le sobrevino
un temporal y tuvo que darse la vuelta, sin embargo ella nunca se arrepintió de
haberlo intentado, pues fue tan intenso lo que sintió al verse tan cerca de su
objetivo que, por unos breves instantes, fue feliz, y comprendió que en un
mundo de sensaciones, la de luchar por nuestros sueños es una de las mejores.
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