Al
tratar de concentrarse, uno puede llegar a sentirse abrumado por la recurrencia
incesante de los pensamientos obsesivos y llegar a la conclusión de que es
imposible controlar ese mecanismo ocioso; en ese punto, conviene tener dos
cosas en cuenta:
En
primer lugar, confrontar las situaciones de la vida cotidiana disciplinando la
mente para que conserve su tranquilidad.
Si
la mente se involucra demasiado en las fluctuaciones del amor y del odio, la elección entre el bien y el mal, etc; puede
llegar a constituir la raíz de un fuerte apego y de esa manera generar
pensamientos errados que obstruyen la mente original.
Es necesario mantener la mente atenta en
nuestra vida cotidiana.
En
segundo lugar, no habría que juzgar la recurrencia de los pensamientos ociosos
como una cosa molesta y negativa, sino considerarlo más bien como una compañía
que ayuda a estimularnos y avanzar en la práctica.
A
través de la repetición del proceso de recoger los pensamientos, la mente va
cultivando un poder espiritual que ayuda a establecer los cimientos para llegar
al ámbito genuino de la quietud y la no-dualidad.
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