Un
león que tenía sed se aproximó hasta un lago para beber.
Al
acercarse vio su rostro reflejado en el agua, entonces dijo:
–
¡Vaya! Este lago debe de pertenecer a este león.
–
Tengo que tener mucho cuidado con él.
Se
alejó de las aguas, pero tenía tanta sed que regresó al cabo de un rato.
Allí
estaba otra vez ese león.
¿Qué
hacer? no había otro lago cercano.
Otra
vez retrocedió.
Unos
minutos después volvió a intentarlo y al ver al león, abrió sus fauces de forma
amenazadora, pero el otro león hizo lo mismo, sintió terror.
Salió
corriendo, pero volvió varias veces, aunque siempre huía espantado.
Pero
como la sed era cada vez más intensa, tomó finalmente la decisión de beber agua
del lago sucediera lo que sucediera.
Así
lo hizo.
Y
al meter la cabeza en las aguas el otro león desapareció.
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