Cuentan que, hace muchos años, un hombre
santo, que tenía fama de hacer milagros, se dirigió corriendo hacia el corazón
del desierto perseguido por uno de sus discípulos.
-Oh, maestro- dijo el hombre jadeando. -Si
nadie nos persigue, ¿por qué corremos así?
-Huimos de un egoísta que viene a
molestarnos- contestó el maestro sin mirar siquiera atrás
-Pero maestro- prosiguió el discípulo.
-Tú curas a los ciegos, devuelves el oído
a los sordos y resucitas a los muertos ¿Por qué este temor y esta prisa? ¿El
egoísmo no es acaso también una enfermedad?-
-Pues verás- respondió el maestro sin
detener su marcha- cuando susurro el nombre de Dios en un cadáver, éste resucita.
Cuando lo hago en los oídos de un sordo, los oídos se abren, y cuando rezo
delante de un ciego, recupera la vista. Pero de todas las veces que he invocado
a Dios delante de un egoísta, nunca he obtenido ningún resultado.-
Intrigado,
el discípulo preguntó -Pero maestro ¿qué diferencia puede haber?-
-La diferencia es que el ciego quiere
sanar, el muerto vivir y el sordo oír, pero el egoísta se cree el centro del
mundo y no quiere cambiar, por tanto, como no reconoce su enfermedad, no puede
sanar.-
Dijo finalmente el maestro mientras aceleraba su paso.
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cuentos universales para sanar tu vida
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