Creo
que vivir deprisa no es vivir, es sobrevivir.
Nuestra cultura nos inculca el miedo a perder el tiempo, pero la paradoja es que la aceleración nos hace desperdiciar la vida.
Nuestra cultura nos inculca el miedo a perder el tiempo, pero la paradoja es que la aceleración nos hace desperdiciar la vida.
Hoy
todo el mundo sufre la enfermedad del
tiempo: la creencia obsesiva de que el tiempo se aleja y debes pedalear
cada vez más rápido.
La
velocidad es una manera de no enfrentarse a lo que le pasa a tu cuerpo y a tu
mente, de evitar las preguntas importantes…
Viajamos constantemente por el carril rápido, cargados de emociones, de adrenalina, de estímulos, y eso hace que no tengamos nunca el tiempo y la tranquilidad que necesitamos para reflexionar y preguntarnos qué es lo realmente importante.
Viajamos constantemente por el carril rápido, cargados de emociones, de adrenalina, de estímulos, y eso hace que no tengamos nunca el tiempo y la tranquilidad que necesitamos para reflexionar y preguntarnos qué es lo realmente importante.
La
lentitud nos permite ser más creativos en el trabajo, tener más salud y poder
conectarnos con el placer y los otros.
A
menudo, trabajar menos significa trabajar mejor.
Pero más allá del gran debate sobre la productividad se encuentra la pregunta probablemente más importante de todas: ¿para qué es la vida?
Pero más allá del gran debate sobre la productividad se encuentra la pregunta probablemente más importante de todas: ¿para qué es la vida?
Hay
que plantearse muy seriamente a qué dedicamos nuestro tiempo.
Nadie en su lecho de muerte piensa:
Nadie en su lecho de muerte piensa:
‘Ojalá
que hubiera pasado más tiempo en la oficina o viendo la tele’,
y,
sin embargo, son las cosas que más tiempo consumen en la vida de la gente.
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