En cierta ocasión, en los montes Wu Dang, tuve la
fortuna de conocer a un monje taoísta que alcanzó la Iluminación a través de la
contemplación de una simple hoja de papel.
Sentado a su lado, me narró su vida
y viajes en pos de alcanzar la suprema sabiduría que lo liberaría del
sufrimiento y la ignorancia.
Así, cierto día, tras una exhaustiva búsqueda a
través del mundo de los Hombres Notables, el anciano, deseoso de contar su
historia, preparó un pincel, tinta y puso frente a sí una hoja de papel.
Pero
antes de empezar a escribir, contempló la sencilla página y el color blanco del
lienzo le hizo caer en un éxtasis que le condujo hasta la Inmensidad,
disolviéndose así con lo Absoluto, uniendo su alma al Tao.
Al regresar a esta
dimensión, guardó la hoja de papel y ya no escribió nunca nada más. Al interesarme
por aquel misterio, me confesó:
“Cuando me dispuse a redactar mi vida, tropecé con el universo frente a mí, así como con su potencialidad latente. Esa hoja de papel podía contener dentro de sí los secretos más preciados, mera charlatanería, o nada. Esa sencilla forma era capaz de albergar las oraciones más increíbles de todos los tiempos, el parloteo de los hombres, o nada. Era capaz de comunicar los secretos de la creación, las mentiras más viles, o nada. Esa potencialidad, ese cosmos entero de posibilidades la hacía simplemente bella, y fue lo que me hizo levantar la vista de mí mismo para captar el mundo tal como había percibido aquella sencilla página. Y la contemplación por primera vez de mi entorno bajo esa perspectiva me condujo hasta un lugar más allá del mar de la duda. Descubrí que hasta la orilla, se pueden contemplar las huellas de los hombres sobre la arena, pero más allá sólo queda el mar”
Aquella hoja de papel, aquel sencillo instrumento, fue lo que reveló al monje la ciencia prohibida que le había sido negada en todos sus anteriores viajes a través de este mundo fenoménico.
Igualmente me confesó que, el hombre, como un lienzo, es capaz de contener en su interior el Tao o nada.
“Cuando me dispuse a redactar mi vida, tropecé con el universo frente a mí, así como con su potencialidad latente. Esa hoja de papel podía contener dentro de sí los secretos más preciados, mera charlatanería, o nada. Esa sencilla forma era capaz de albergar las oraciones más increíbles de todos los tiempos, el parloteo de los hombres, o nada. Era capaz de comunicar los secretos de la creación, las mentiras más viles, o nada. Esa potencialidad, ese cosmos entero de posibilidades la hacía simplemente bella, y fue lo que me hizo levantar la vista de mí mismo para captar el mundo tal como había percibido aquella sencilla página. Y la contemplación por primera vez de mi entorno bajo esa perspectiva me condujo hasta un lugar más allá del mar de la duda. Descubrí que hasta la orilla, se pueden contemplar las huellas de los hombres sobre la arena, pero más allá sólo queda el mar”
Aquella hoja de papel, aquel sencillo instrumento, fue lo que reveló al monje la ciencia prohibida que le había sido negada en todos sus anteriores viajes a través de este mundo fenoménico.
Igualmente me confesó que, el hombre, como un lienzo, es capaz de contener en su interior el Tao o nada.
Y esa realidad puede hacernos trascender también a nosotros
mismos.
Esa potencialidad es lo que nos hace diferentes a cualquier otra
criatura que hayamos conocido, y esa distinción es la diferencia fundamental y
el por qué de nuestra existencia.
Una sencilla respuesta a una difícil pregunta
que nos ha perseguido a través de la historia superando las barreras del
tiempo.
El ser humano, como la hoja de papel, es capaz de albergar dentro de sí
el anhelo más profundo por alcanzar la trascendencia o por satisfacer sus
propios instintos animales.
Y como una hoja de papel que no contiene nada es arrojada al fuego, el ser humano que no ha sabido encontrar dentro de sí la excelencia, o el anhelo por ella, será arrojado al fuego de la inexistencia.
Pero en cambio, lo mismo que
guardaríamos como un tesoro aquel libelo que nos dio acceso a las puertas de la
Realidad Divina.
Así, el Hombre Notable puede alcanzar la vida eterna a través
de su anhelo por Dios, pues habrá sembrado una semilla de Eternidad en su
interior, y Dios no puede morir.
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