domingo, 19 de marzo de 2023

El Viejo De 98 Años



 

 

 

 

 

 

 

Cuando lo conocí, apenas tenía 60 años, era apenas un joven abuelo que me cargaba en el patio de aquella vieja casa, en aquel pueblo olvidado y sosegado, donde llegadas las seis de la tarde, todo quedaba oscuro y las gallinas se subían a los palos.

Era un viejo chistoso, uno que inventaba y contaba historias de miedo, bajo la luz de la candela, mientras mi papá se reía sabiendo que parte de aquellos relatos, eran mentiras para asustar a un niño.

El abuelo tenía 98 amigos en el pueblo, gente como él y otros más viejos, con quiénes se quedaba platicando en las esquinas, mientras se fumaba un cigarro viejo de los que guardaba en la bolsa de su camisa rayada, la camisa de reír y llorar.

Cuando eran temprano, el viejo se iba al monte a trabajar, y cuando la tarde comenzaba a caer, la silueta de aquel maistro iba apareciendo a lo lejos, en aquel camino de polvo, en medio de los matorrales.

Yo lo veía llegar y saltaba de alegría, mi papá solo se reía, porque a él le alegraba mi felicidad, la felicidad que sentía al tener cerca a aquel viejo que siempre se sampaba un trago de guaro antes de la cena.

Abuelo, contame un cuento, ahora no me va a dar miedo, le decía yo, y de inmediato, su mente comenzaba a imaginar relatos, relatos en donde él, siempre era el héroe y nunca le pasaba nada malo.

Cuando crecí, aquel viejo ya no era un viejo joven, ya era un abuelito con pelo blanco y 98 arrugas que narraban también historias.

Un día, el viejo salió temprano, pero llegada la noche, jamás volvió.

La muerte, lo había encontrado allá en el monte, mientras a sus 98 años, seguía trabajando, pues en el transcurso de la vida, no se dio cuenta que llegó muy lejos.

 Relato ficticio creado por César Serrano

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